16.
Buscas una débil llama que justifique tu
existencia, el diminuto instante de luz que te salve. Y te aferras a la
escritura para que ella haga perdurar tu memoria o la rescate algún día del
olvido. Seguramente, nada sólido alcanzarás en tu empeño. ¿Acaso piensas que la
memoria es más fuerte que el olvido y sería vida de tu vida? Pero la memoria es
frágil y el olvido la acosa. Sólo el corazón proclama la verdad de estar vivo.
17.
Ay, caminos…¡Cuántos has recorrido para llegar
al mismo punto de salida en que los iniciaste! La existencia es cíclica y el peregrino no
hace más que dar rodeos, giros sobre sí mismo para encontrar la armonía que le
devuelva al centro de la diana.
18.
¿Qué has aprendido en tan largo peregrinar?
Emprendiste un día un viaje iniciático, dejaste tu casa y la casa de tus
padres, tu tierra y sus huertas de frutos madurados al sol. Y tras largo vagar
por las penalidades, regresaste a ellos como el hijo pródigo ansioso por
partir.
19.
No se aprende sino del dolor y de la derrota,
del fracaso y del error. Poco aprende el triunfador de su victoria, embebido
como está en la vanidad de su triunfo. Pero toda victoria implica también derrota,
y a veces injusticia y sometimiento. Quien vence debe estar dispuesto a ser vencido y,
cuando llegue el momento, será demasiado amargo el sabor de su derrota.
20.
Se benigno contigo. Sé misericordioso y sabe
otorgarte indulgencia, el perdón que otros, quizá, te niegan. Erraste mil veces, ¿y
qué? ¿Acaso no estás hecho de materia caduca y efímera? Quien no tiene
misericordia para consigo mismo y sus errores, difícilmente podrá tenerla para
con sus semejantes. Y nada hay más grandioso para el hombre que perdonar a su
hermano.
José Antonio Sáez Fernández.
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