viernes, 19 de abril de 2019

SER EN AMOR.




   Soy el mudo. El que no habla y se revela a ti, que eres el insignificante, el que repta hacia mí como la lombriz de tierra que sale ondulante del barro. Soy el que no tiene rostro y el que no tiene forma y, sin embargo, es. El no visible a los ojos y el que se transparenta en el corazón. Soy, en verdad, el corazón que arde, la casa en llamas crepitando chispas de luz y amor, el rescoldo y las ascuas. Soy el Amor que se reparte como el pan sobre las manos que, solícitas, lo apremian. Soy el que sacia y te alimenta sin tomar bocado y el que se hace bocado para saciarte, el océano que se condensa en la gota que eres tú y la cima del conocimiento: el saber que está en ti y está en tu mente, la ciencia infusa a que no alcanza este “entender no entendiendo”. 

   En la simiente del amor se engendró el universo y en un espasmo de luz proyectada sobre la oscuridad. ¿Acaso no cuentas las estrellas que hay en el firmamento y no sientes su temblor que parpadea en las noches consteladas, lanzándote señales que hieren tu alma como saetas difuminadas? Soy el que alinea las montañas, perfila las sierras y las cordilleras, erige las mesetas, da forma a los alcores y pule los roquedos, quien peina la cresta de las olas y las deja morir dócilmente sobre la arena de la playa. Aquel que sopla en la tormenta y desata la fuerza del huracán, la lluvia que cae para regar los campos y hace crecer la hierba. Estoy en cada árbol, en cada rama, en cada hoja que mueve el viento. Soy la tierra que pisas y el aire que respiras, el agua que bebes y te sacia, el fruto del que te alimentas y los pasos certeros que te conducen sin que tropieces. 


   
Soy el gran ojo que te ve y los ojos del niño que te miran, la mano temblorosa del inseguro y la respiración ajetreada del agonizante, la historia repetida del anciano al que escuchas con gesto amable y aprobatorio, las palabras que reconfortan y la sonrisa que alivia las lágrimas del infortunio. Yo soy para ti y tú eres para mí. Soy el Amor que se disipa como la niebla entre los árboles del bosque y soy las cenizas del difunto que se esparcen sobre el valle en donde los ojos vieran, deslumbrados, aquella luz primera que fue perfilando los objetos hasta fijarlos para siempre en tu alma. Ve que soy el sol de media noche y la aurora que declina al rayar el alba, las rosas que se abren al calor de los rayos de amor en que me prodigo y las rosas que se ofrecen a la muchacha que las recibe con ese febril gozo que la hace palidecer por la dicha de su corazón enamorado. Soy la brisa que mueve las hojas y el viento que esparce las semillas, la mano que las expande sobre el surco de la tierra oreada y fértil, la lluvia que cae sobre ellas para pudrirlas y fermentarlas, los árboles que germinan y se alargan buscando la bienhechora luz del sol, por cuyo tronco asciende vigorosa la savia, llenándolos de vida. Porque yo soy la vida en que se resuelve la esencia del amor que me constituye. 


                                                José Antonio Sáez Fernández.


domingo, 14 de abril de 2019

UNA DE PASIÓN Y OTRA DE LOCURA.






   Hay que ponerle a la vida toda la pasión y la locura de que seamos capaces, para poder vivirla y sobrellevarla. Tomar de ella sólo aquello que te edifica y construye, sin dejar que los reveses minen tus cimientos o hagan demasiada mella en ti. Tomar conciencia de la oportunidad que supone vivir con salud los días que nos toquen en suerte, aun siendo conscientes de que esos días tienen su límite, pues somos seres limitados en el tiempo. Con tu positividad y tu optimismo, con ese ver el vaso siempre medio lleno y no medio vacío, con tu constancia y con tu esfuerzo, con tu capacidad de sacrificio irás superando vallas u obstáculos en la carrera del vivir.
   ¿Qué pierde, pues, a los seres humanos? ¿Qué les hace perder el norte de sus vidas? Si no tomas de la vida más que aquello que tú y los tuyos necesitáis para vivir, y no tienes otras ambiciones que las de ir despacio, disfrutando o viviendo cada instante que la vida te depara, viendo a tus hijos crecer y abrirse camino, ocupando su lugar en el mundo, aunque sea modesto, de acuerdo con sus capacidades, sus valores, principios y objetivos existenciales. Si no caes o te dejas caer en las trampas de ambición, la avaricia o el egoísmo, aquellas que te tiende la sociedad de consumo, del tener, malgastar y despilfarrar, de venderte o vender tu libertad y tu tiempo al mejor postor. Si no prestas oídos a los cantos de sirena, a las palabras del necio y a la necedad y te mantienes firme e incólume en tus convicciones, pese a la hipocresía, la mentira y el engaño que te circundan. Si no te dejas llevas por la envidia, la codicia o por la vanidad y buscas sólo la verdad, el bien y la belleza, verás que estás en el buen camino, en el camino adecuado que conduce a los hombres hacia la sabiduría y el conocimiento de lo mejor de la condición humana.



  
    Has de saber que la vida se va en un soplo, en un abrir y cerrar de ojos, en un visto y no visto. Hay que ser muy sabio e inteligente para no dejarse deslumbrar por el oropel de la sociedad de consumo que manipula las mentes y las conduce como ovejas al matadero, del vivir para gastar y consumir, cifrando la felicidad de los seres humanos en el tener para gastar. Mira tú si vives para gastar y consumir, tantas veces en cosas superfluas e inútiles que no necesitas, y que en vez de procurarte la felicidad que te prometieron, no sirvieron para otra cosa que para tu preocupación, ocasionándote quebraderos de cabeza innecesarios que te hurtaron la paz interior que necesitas. No te tiente la escenografía,  ni el oropel ni la epidermis o la apariencia externa de cuanto te rodea. Se trata de u gigante con los pies de barro, que ha de desmoronarse ante tus ojos algún día. No caigas en su red. No, en su trampa. Sé libre y dueño de tu tiempo, no te vendas al mejor postor. Ve por la vida despacio y con la dignidad necesaria, pues que ella transcurre demasiado deprisa. 


                                                                                José Antonio Sáez Fernández.