jueves, 10 de julio de 2025

VOSOTROS Y NOSOTROS


 



Vosotros sois los que otorgáis la cédula de legitimidad, nosotros somos los que la solicitamos. Vosotros dais el pan y la sal o nos lo negáis, nosotros somos quienes pedimos insistentemente a vuestra puerta y tenemos los nudillos rotos de tanto llamar. Vosotros sois los privilegiados, los de arriba, y nosotros los de abajo, los que carecen de lo que acaparáis en vuestras bodegas y almacenes. Nosotros somos los desposeídos del reino y no tenemos patria, vosotros sois los imprescindibles, los insustituibles, los llamados a administrar con equidad las sobras que caen de vuestra mesa y los salvadores de la patria. Nosotros somos carne de cañón, carne de bala, los destinados a las trincheras, esos que van a morir en la primera línea de fuego. 




Para vosotros el reino: comed y bebed, holgaos, haced ostentación del lujo y el dispendio, mientras nosotros bailamos la danza de los andrajosos. Para vosotros palacios y castillos, para nosotros bancos y puentes donde dar acomodo a nuestro malhadado cuerpo, parques que nos den sombra bajo el sol ardiente del verano, árboles inconmovibles, brisa que nos avienta. Vosotros sois los justos desde siempre y heredáis la tierra que fue vuestra, los que juzgáis y condenáis, los que dictáis las normas que nos han de regir. Sois el puente entre el pasado, el presente y el futuro que haya de venir.

Otorgadnos vuestra venia, si es que hemos de vivir para ser útiles o hemos de morir para dejar de ser molestos.

 

                                                            José Antonio Sáez Fernández.




sábado, 5 de julio de 2025

DESHEREDADOS.

 


Llegan arrastrando los pies los despojados de suerte o de fortuna. Llegan sucios y oscuros por la labor cumplida bajo el sol abrasador. Los jornaleros, quienes emigran, los perseguidos, los exiliados, los vagabundos y enfermos, los marginados…Vienen de alguna o de ninguna parte; mas, a nadie interesan. Y vienen, quizá, de allende el mar, huyendo de la guerra que no es sino muerte y destrucción. Los “benditos del Padre”, aquellos para los que “su reino no es de este mundo”, los que mueren aplastados por la vida y bajo el peso de una carga insoportable; quienes conocen el sufrimiento tan de cerca que son ellos mismos el sufrimiento, carne de dolor, llaga que supura. Los sin techo y quienes sienten la mordedura del hambre en sus entrañas, los enfermos y los desarrapados, los que duermen en los bancos del parque, bajo los puentes o en los sembrados que los acogen y abrigan, los alcohólicos, los adictos, los que piden siempre perdón y dan las gracias por nada a cualquiera que no les demuestra repulsión. 




Son tus hermanos, son tus semejantes, son el Cristo ultrajado y escupido que aguarda un Simón de Cirene que le ayude a llevar la cruz por la calle del Calvario en su calvario, o tal vez una mujer que enjugue su rostro del sudor y la sangre que resbalan por él. Son carne semejante a la tuya y su sangre tiene el mismo color que la tuya. Son, sí, los desposeídos de la suerte y maltratados por la fortuna, los que no eligieron ni pueden hacerlo, aquellos que ignoramos y hacemos por no ver; los "Juan sin tierra" y los que no tienen donde caerse muertos. Somos tú y yo, aunque lo neguemos tres o mil veces.

 

                                           José Antonio Sáez Fernández.




domingo, 29 de junio de 2025

EL REGRESO

 

Eladio Begega

 

Cuando hubo crecido la hierba a la altura de sus rodillas, regresó al lugar donde viera la luz primera para morir allí, según había previsto. Toda vida es un ciclo y la suya pretendía cerrar ese círculo. Cuando llegó a la vieja casa, lo primero que hizo fue abrir las ventanas para que entrara el aire en las estancias y se ventilasen. Una pátina de polvo se cernía sobre los viejos muebles y los objetos, como si toda la vivienda hubiese sido estancia de ausencias, únicamente habitada por una desolación de décadas transcurridas infructuosamente. ¿Qué espectros hubieron de haberla poblado hasta su llegada? ¿Qué fantasmas de la memoria iban con él donde quiera que se desplazara, formando parte de su ser mismo o acompañándolo de forma obsesiva, imposibles de negar o rechazar? Un hombre es su pasado, ¿Qué somos si no eso y al presente, pues no hay futuro para quien entiende que no ha de tenerlo?


Eladio Begega


Al salir de nuevo a la calle para que le diera el aire y dejar de respirar ese olor a cerrado que le sugería el mismo aroma a violetas de la muerte, comprendió que nada era lo que fue ni lo sería nunca, que todo había cambiado a su alrededor, que las personas con que se cruzaban no eran las mismas, si es que no habían fallecido para entonces; que las casas, las calles, sólo mantenían el trazado que se les dispuso y venían a dar a plazas donde el bullicio de las gentes discurría entre extraños a los que era ajeno en su devenir ensimismado, aunque muchos eran los que le miraban con el recelo con que se mira a un desconocido. Lo vigilaban de reojo las madres tomando celosamente de la mano a sus hijos, cruzaban los mozos y aprendices con sus recados a toda velocidad, advertidos de su tardanza ferozmente por sus patronos; lucían las muchachas las galas de sus vestidos y reían burlonas de los galanes que no se atrevían a cortejarlas, seduciéndolos con sus atrevidas poses y requiebros que no pasaban inadvertidos.


Eladio Begega


El caminante anduvo paseando hasta el cementerio de la villa y allí se dio en comprobar que el nicho que había adquirido estaba dispuesto para acoger un día no lejano sus restos que habrían de ser transportados en el furgón de la funeraria local. ¿Quién asistiría a su entierro, si carecía de familiares directos que lo hubiesen adecentado y asistido en sus últimos días? Para facilitar esos ingratos trámites contrataría seguramente un ama de llaves que se fuera haciendo a la casa, a él y a sus últimas voluntades. Unos cuidados que habría de recompensar espléndidamente.

Cuando regresaba al pueblo sobre sus pasos notó en sus huesos el cansancio que se adueñaba de él. No obstante, pudo apercibirse de que una anciana enlutada, con pañuelo sobre la cabeza y amarradas sus puntas bajo la barbilla, le seguía a un medio centenar de metros. Hizo ademán de detenerse y ella se detuvo. Prosiguió su camino y lo reinició también ella. Fue entonces cuando se volvió y se dirigió a tan enigmática figura, mientras ella permanecía impasible e incólume en su lugar.


Eladio Begega

-      - ¿Por qué me sigue? –le preguntó él.

-   -¿Acaso no me reconoces? –le respondió ella-. Soy el espectro de tus antepasados que vivieron y murieron en esta tierra. Pero tú decidiste alejarte de ella un día y regresas ahora para morir aquí. Abominaste de mí, renunciaste a los tuyos, maldijiste el día y la hora en que tus padres te hicieron nacer en este solar de tus mayores. Arrepentido, vuelves a mí como quien espera el perdón a tantos errores cometidos que jalonaron su vida de dolor. Aquí hallarás la paz y el reposo que buscas entre el recelo de tus vecinos y la soledad que te acompaña. Plantaremos un ciprés frente a tu tumba, tú lo estercolarás con tu podredumbre y lo harás crecer mirando siempre al cielo. A él vendrán los pájaros en los atardeceres y poblarán su tupido interior de una inusitada algarabía. Y entonces puede que te sientas reconfortado de haber servido para dar cobijo a alguien que se sitúe bajo su sombra en los días ardientes del verano. Y en invierno escucharás el ulular del viento que doblará tus ramas con su insistente empuje. Este es un lugar para la soledad y dar reposo a tus malhadados huesos.

-     - Ya estoy preparado para recibir mi última morada. Sé tú quien me guíe hacia ella, pues me dispongo a adentrarme en su habitáculo, hecho a mi medida.

-      - Sea, pues –dijo el espectro-. Descansa. Reposa tu cabeza sobre este lado. Duerme.

 

                                               José Antonio Sáez Fernández.

                                                       29 de junio de 2025.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

AURELIO MÉNDEZ LEGISLA EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES.

 



-Anulación de las emociones y su sustitución por otras impostadas, más fácilmente manejables. 

-La muerte del amor y su redirección por una mezcolanza de atracción e instinto de satisfacción esporádica u ocasional que no obligue a nada. Hedonismo sin compromiso. Amor reducido a puro hedonismo, pues dura lo que dura y no lo que una vida. No están los tiempos para comprometerse y si hay que recurrir se recurre al mercado de rebajas, donde se vende más barato y te haces la ilusión de que se te ofrece una segunda oportunidad. Hay auténticas gangas. Saquemos a pasear a las mascotas.

-La muerte de la conciencia y su sustitución por unos valores de usar y tirar, fundamentados en la medida del hedonismo. La vida son cuatro días y no hay más Dios ni más justicia que no sea la holganza y la pitanza, las vacaciones y los viajes a Punta Cana. Vivan las fiestas y el botellón que nos hacen felices.

-Exijo mis derechos y me molesta que me recuerden mis deberes. Yo hablo de libertad: no me hablen de limitaciones. La libertad es libertad y no implica responsabilidad. Ejerzamos la libertad sin merma. Por un libre albedrío absoluto.

-Por una sociedad del bienestar, anestesiada, de cerebros medianamente satisfechos, no pensantes, no críticos, sí felices.

-Por unos estómagos agradecidos que no cuestionen ni pongan en duda la bondad del sistema y sus rectores políticos.

-Todo para un pueblo adormecido por una caja mágica de sueños de celofán, redes sociales y medios de comunicación atentos a la voz de su amo.

-Condenada la independencia de criterio, peligrosa, ajena al sistema o fuera de él. Premiemos a los individuos que hacen de soportes del sistema, los pilares fundamentales del movimiento social que lo hace posible.

-La revolución es algo trasnochado. Sofoquemos cualquier atisbo de rebelión o de violencia. Hagamos creer que el azul y rosa son los colores de moda.

-Brindemos por la estabilidad que prolongue en tres dimensiones una realidad virtual que esté a favor de nuestra descendencia. Y que se fastidien los dictadores y los autócratas, los librepensadores y los amargados. La vie est belle.


                                             José Antonio Sáez Fernández.

domingo, 15 de septiembre de 2024

MARTÍN PESTAÑA CLAVA SU DECÁLOGO EN LA PUERTA DE LA IGLESIA DE WITTENBERG.

 



1.Que la vida te muestre su rostro más amable y no tengas que ver su lado más oscuro. 2.Que tus semejantes te muestren su solidaridad y su misericordia, se compadezcan de ti y te ofrezcan su mano para levantarte del barro cuando caigas en él y no puedas valerte por ti mismo. 3.Que en tu devenir encuentres los medios necesarios para salir adelante en igualdad de condiciones con los que caminan a tu lado. 4.Que cuando te encuentres enfermo tengas una cama en donde yacer, un médico que pueda ayudarte a recuperar la salud y alguien que cuide de ti. 5.Que no se endurezca tu corazón y sepas perdonar a quienes te ignoraron o te ofendieron, aprendiendo de su conducta a ejercer el comportamiento contrario que proporciona paz, armonía y sosiego a tu alma. 6.Que puedas obtener el alimento que fortalezca tu cuerpo con tu sudor y tu esfuerzo, aunque no rechaces la invitación de quien se ofrezca a compartir su mesa. 7.Que cuando venga la noche, silbe el viento huracanado, caiga la nieve o arrecie la tormenta puedas hallar cobijo donde guarecerte de ellos. 8.Que si te decides a formar una familia, donde des cauce a tus emociones y afectos, así como alivies la soledad que aflige al género humano, puedas hacerlo con la dignidad que asiste a todos los hombres, sean de la raza que sean y practiquen el credo que practiquen; en paz, respeto y tolerancia con sus semejantes. 9.Que cuando llegue tu vejez y ya no puedas valerte por ti mismo, tengas quien se ocupe de ti y alivie tu desvalimiento; así como te tome de la mano, aporte consuelo a tus últimos momentos y cierre la cortina de tus párpados en el instante de tu tránsito. 10.Que cuando camines hacia la luz puedas sentirte agradecido con la vida y hayas dejado una gratificación para quien esparza la tierra sobre tu cuerpo inerte. Sea. 


                                 José Antonio Sáez Fernández.


viernes, 14 de junio de 2024

OXÍGENO

 



Somos los que inspiran y espiran. Somos los que respiran y ensanchan sus pulmones henchidos de aire vivificador. Vivimos porque respiramos y necesitamos del aliento del oxígeno como el gran cetáceo que sale a la superficie a respirar tras la inmersión profunda, recreándose en la gracia de estar vivo y en la bulliciosa alegría de las aguas ligeras sobre las que se desplaza en busca del plancton y el alimento necesarios. Somos, sí, porque respiramos y el aire es nuestro cómplice oxigenando la sangre que circula por nuestro cuerpo en el gozo y la dicha de existir o en una fragilidad que nos sorprende y espanta. Inspiras y espiras, tomas aire y lo sueltas despaciosamente como si quisieras recrearte en el momento en que te relajas antes de tomar el aire nuevamente y volver a soltarlo. Somos seres vivencialmente repetitivos y nuestro organismo se recrea en sus hábitos. Qué gracia ésta la de respirar, qué don magnífico, qué suerte de maravilla la de relajarse en un acto instintivo que nos ubica al alcance de una diosa o de un dios en paridad absoluta. Expandirse y achicarse, ahuecarse y aminorar, llenarse para vaciarse y hallar el absoluto relajamiento. Los pájaros son los dueños del aire y comparten con nosotros el gozo de poseerlo.





José Antonio Sáez Fernández.





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miércoles, 12 de junio de 2024

TABOR


Ve que soy el transfigurado. He subido a la montaña deslumbrado por la luz, hiriendo mis pies con las piedras que me salen al paso, pues mi interés está en subir hasta la cumbre que anda envuelta en nubes, cercada por ellas, como si quisieran posarse sobre su inalcanzable refugio. A pesar de todo, no ignoro que la cumbre no está ubicada allí arriba para que vengan a instalarse en ella simples mortales como yo, ni tampoco las aves más ligeras capaces de ascender aprovechando las corrientes de aire con sus alas desplegadas, ni siquiera el aire mismo que es allí tan liviano como una caricia, o el azul limpísimo que deja los cielos en pura claridad y transparencia… Acaso sólo a la nieve le esté permitido derramarse y expandirse por doquier, porque ella es el maná que baja del cielo y desciende con la gracia del beso sobre los perfumados cabellos de la adolescente enamorada. No, cuando consiga ascender hasta ella no instalaré mi tienda, porque es lugar sagrado, sino que descalzaré mis pies de sus sandalias y me inclinaré, rodilla en tierra, para que los rayos del sol desciendan sobre mi cabeza y acierten a iluminar mi entendimiento. Por si acaso logró ver y entender aquello que tanto confunde a los mortales y consigo bajar después, henchido del amor que me haya sido conferido, para mostrar mi rostro, mis ojos y mis manos, atravesados por la luz, a quienes desean instalarse aquí.

 

                                                José Antonio Sáez Fernández.