miércoles, 20 de febrero de 2019

LA MIRADA SERENA.


   


   Quizás sea necesario aprender a mirar en la distancia. Porque la mirada cercana estimula y apasiona demasiado, tanto que te impide ver con ecuanimidad y analizar sin el necesario equilibrio cuanto ante ti se muestra. El apasionamiento y la momentaneidad son, pues, malos consejeros para el análisis y la reflexión serena. La vida va tan deprisa que parece exigir respuestas casi instantáneas, so pena de quedarnos atrás, de no coger el tren que ha de llevarnos a alcanzar nuestros ansiados sueños. Esa rueda demoledora, ese alud de nieve que todo lo sepulta a su paso, esa lluvia torrencial que desemboca en los cauces de los ríos y ocasiona su desbordamiento, haciéndolos salir de madre; así es la exigencia del tiempo que no se detiene a tu paso ni cesa en su fluir.

   La mirada serena exige reflexión y análisis, sedimentación y reposo, distancia y lejanía. Quien analiza, juzga, improvisa y toma decisiones en caliente o a corta distancia está más próximo al error que al acierto, a la solución momentánea o provisional que a la perdurable y duradera. Aun en caso contrario, nadie puede asegurarte el acierto ni que tomaste la decisión correcta. Pero sólo quien mira a distancia, quien utiliza como método la reflexión serena y el análisis concienzudo a la luz de la recta verdad, el conocimiento y la conciencia tiene más posibilidades de asegurarse el acierto.La mirada en el distanciamiento produce una suerte de lucidez en el discurrir de la conciencia humana; mientras que la apresurada no deja de producir inquietud y desasosiego, así como merma las facultades cognitivas e intelectivas, engendrando torpeza en quien se instala en el apresuramiento y, con demasiada frecuencia, induce al error en el análisis o en la toma de decisiones.

   Quiero, para mí, la mirada serena: esa que me permite reflexionar sin agobios, analizar sin premura y tomar la decisión oportuna en el momento adecuado, siempre que me sea posible. Desconfía de la respuesta que diste o la decisión que tomaste impelido o apremiado por las circunstancias. No prestes oídos a quienes te urgen una respuesta instantánea, porque en su urgencia esconden también su trampa y tu posible yerro. El hombre sabio no suele improvisar sus respuestas, y si lo hace es porque son fruto de la maduración previa que conlleva su ser y estar en el mundo. Aunque a veces las circunstancias te exigen una respuesta inmediata y no te es posible valorar con ecuanimidad los pros y los contras de tu decisión, sabe que si tú adoptaste como norma de vida o de conducta el sedimentar las experiencias antes de valorarlas, seguramente estarás más preparado, más capacitado y seguro para lanzarte a la incertidumbre a que ha de conducirte tu decisión.


                                                         José Antonio Sáez Fernández.


domingo, 10 de febrero de 2019

ALAS DE MARIPOSA.




   Ve en mí esta gran orfandad que me llueve en las manos y compadécete de mi sombra. Si tú hubieras estado aquí no hubieran dejado de volar las mariposas y el viento no las hubiera arrastrado en su vorágine hacia ninguna parte, como hojas secas e inútiles. Ellas que hacían crecer los pétalos alados de las flores y expandían su aroma en primavera. Nada más frágil ni nada más bello que aquella que se hace al aire agitando sus alas al compás, como quien abraza un cuerpo o abraza el espacio, así como el director de orquesta mueve la batuta conduciendo a los músicos.

  


Ah, dulces, ah vulnerables, dúctiles mariposas mágicas, angelicales criaturas mínimas que con vosotras lleváis los sueños y la infancia hacia un lugar secreto que atesoráis, dibujado y coloreado por los niños. Lepidópteros del entusiasmo y el asombro, cristal y agua que se quiebra y se evapora, polvo de estrellas que los dedos rozan y se queda: milagros de Dios en la pradera de flores esmaltada, sobrevolando inquietas, trazos de armonía siempre a punto de romperse. 

   Velas volar o estacionarse sobre el cáliz de las flores, alargando su espiritrompa, gustando del néctar, hurgando en la corola, los estambres y el pistilo, posadas lánguidamente sobre los pétalos como violinistas que tocasen un vals, dibujando ahora trazos de luz y colorido en el espacio azul turquesa, iluminado por los rayos de sol al mediodía. Y velas girar, cabriolando, novias del aire, dejándose llevar allá donde él las conduce, embriagadas en su música celeste; estas mínimas, tan hermosas, siempre a punto de esfumarse ante nuestros propios ojos, ellas, que practican el arte de birli birloque, ligeras y etéreas, vistas y no vistas, tal la vida misma. 




   Solitarias o buscándose, individuales o en grupo, persiguiendo la flor más delicada que ha de convertirse en copa de néctar que embriaga. Liban en ella el gozo y la dicha de vivir, de disfrutar al sol que vibra y da energía, animándolas a salir de su letargo. Son suspiros nada más o son aliento del Creador sobre los campos, aladas mensajeras diestras en dejarse pintar por la inocencia. Mas no intentes atraparlas, que morirán cautivas de tus manos, prisioneras de los dedos que encarcelan.


                                                                      José Antonio Sáez Fernández.