Ve
en mí esta gran orfandad que me llueve en las manos y compadécete de mi sombra. Si tú
hubieras estado aquí no hubieran dejado de volar las mariposas y el viento no
las hubiera arrastrado en su vorágine hacia ninguna parte, como hojas secas e
inútiles. Ellas que hacían crecer los pétalos alados de las flores y expandían
su aroma en primavera. Nada más frágil ni nada más bello que aquella que se
hace al aire agitando sus alas al compás, como quien abraza un cuerpo o abraza
el espacio, así como el director de orquesta mueve la batuta conduciendo a los músicos.
Ah, dulces, ah vulnerables,
dúctiles mariposas mágicas, angelicales criaturas mínimas que con vosotras
lleváis los sueños y la infancia hacia un lugar secreto que atesoráis, dibujado
y coloreado por los niños. Lepidópteros del entusiasmo y el asombro, cristal y
agua que se quiebra y se evapora, polvo de estrellas que los dedos rozan y se
queda: milagros de Dios en la pradera de flores esmaltada, sobrevolando
inquietas, trazos de armonía siempre a punto de romperse.
Velas volar o
estacionarse sobre el cáliz de las flores, alargando su espiritrompa, gustando
del néctar, hurgando en la corola, los estambres y el pistilo, posadas
lánguidamente sobre los pétalos como violinistas que tocasen un vals, dibujando
ahora trazos de luz y colorido en el espacio azul turquesa, iluminado por los
rayos de sol al mediodía. Y velas girar, cabriolando, novias del aire,
dejándose llevar allá donde él las conduce, embriagadas en su música celeste;
estas mínimas, tan hermosas, siempre a punto de esfumarse ante nuestros propios
ojos, ellas, que practican el arte de birli birloque, ligeras y etéreas, vistas
y no vistas, tal la vida misma.
Solitarias o buscándose, individuales o en grupo, persiguiendo la flor más delicada que ha de convertirse en copa de
néctar que embriaga. Liban en ella el gozo y la dicha de vivir, de disfrutar al
sol que vibra y da energía, animándolas a salir de su letargo. Son suspiros
nada más o son aliento del Creador sobre los campos, aladas mensajeras diestras
en dejarse pintar por la inocencia. Mas no intentes atraparlas, que morirán
cautivas de tus manos, prisioneras de los dedos que encarcelan.
José Antonio Sáez Fernández.
Que precioso texto.¡ lo compartiré para que mis contactos puedan admirar tan Bello texto.
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