viernes, 29 de abril de 2022

CARENCIAS HUMANAS.


 



Los seres humanos somos una fuente de carencias y carencia es todo aquello que nos falta, que no se tiene y que se necesita para sobrevivir o mantener el organismo en armonía. Quien carece de algo ha de obtenerlo para satisfacer su necesidad. Venimos al mundo en carencia absoluta, desnudos y llorando (¿Qué es el llanto sino una señal evidente de carencia y de desagrado, del desequilibrio o desajuste que ello produce, tanto en el cuerpo como en el espíritu?). Y nuestra primera carencia es la del hambre: esa necesidad apremiante de acallar la desazón que provoca la ausencia del alimento reparador en el organismo, como el tomar alimento en su consiguiente efecto saciante o gratificador.

He aquí al ser humano, ese haz de carencias que fue creado para hallar su ansiado logro y, así, su gratificación. La primera, el hambre, como queda dicho. Por eso la búsqueda de alimento o de los medios para su consecución constituye una de las primeras empresas humanas. Por ella hasta unieron sus fuerzas nuestros antepasados con el fin de conseguir mayores éxitos en la caza o la recolección. Puede que la segunda carencia sea la de los afectos: necesitamos el calor, los cuidados, las atenciones, la seguridad, los gestos que nos vienen de otros para sentirnos en el justo equilibrio de las emociones; pues no en vano somos seres emocionales y sin la gratificación emocional no somos sino criaturas a la deriva.





Fuimos y somos pues, absolutamente dependientes de quienes nos traen al mundo y nos procuran la alimentación necesaria para saciar el hambre y ubicarnos en la supervivencia; aunque, casi simultáneamente, surge la apremiante necesidad de los afectos, la urgente carencia de saciar las emociones. Sin saciar el hambre y sin tener cubiertas las necesidades emocionales, ¿puede una criatura humana sobrevivir en la jungla inhóspita de este mundo? Es cierto que surge en seguida la necesidad de un cobijo donde resguardarse del frío o del calor, de ponerse a cubierto para salvar las inclemencias del tiempo en un hábitat más o menos acogedor; como viene aparejada, del mismo modo, la urgencia de proteger el cuerpo del frío helador con el vestido o desprenderse de él cuando agobian los rigores del calor, intentando alcanzar la temperatura corporal que nos mantenga en equilibrio y armonía con el medio. En el grupo familiar, primero, y en la convivencia con otras células o grupos humanos después, haya esta desvalida criatura dependiente que es el ser humano más ventajas que impedimentos, aunque es cierto que estos no tardan en aparecer por la competitividad entre los miembros del grupo o la escasez de oportunidades para saciar las necesidades de todos y cada uno de ellos. 

                                                        

                                                                José Antonio Sáez Fernández.



sábado, 26 de marzo de 2022

EL POETA EN SU REALIDAD.

 


El poeta se mueve entre ráfagas de luz, trallazos o destellos de conciencia y entre intuiciones e imágenes verbales que ejercen como disparos de metralleta sobre su cerebro. Y eso le ocurre porque continuamente vive en estado de poesía, esto es: vive su existencia en poesía, mira y entiende la vida en poesía. Por lo mismo para él, esta no constituye una impostura ni una mentira, sino una forma de ver y entender el mundo, de estar y de ubicarse en él; lo cual coincide con un estado permanente de conciencia lírica. De lo contrario, chocaría de frente con otra realidad que le es ajena y supondría una continua fuente de conflictos personales y mentales. Y esto último también puede darse cuando el poeta se ve forzado por el desorden del mundo a afrontar una realidad que lo conmociona y desequilibra. De alguna manera, el vivir en poesía supone para él, tanto la búsqueda de la armonía y el equilibrio del universo como la confianza y seguridad necesarias para conducirse en su cotidianidad. Ver la realidad en poesía supone, de algún modo, rechazar esa otra realidad que nos envuelve y que nos atenaza o, quizá, ignorarla de forma natural o inconsciente por falsa y depredadora de lo más esencialmente humano. Vivir en otra realidad y en otro estado de conciencia es posible. Si no que se lo pregunten al poeta y a su búsqueda de las esencias.


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.



martes, 1 de febrero de 2022

JULIO CÉSAR

 



No cerques a la fiera ni la acoses porque, creciéndose, ella se abalanzará sobre ti y te morderá. No es buena táctica por parte de quien se sabe vencedor, someter al vencido a extrema humillación, doblegarlo hasta privarlo de su dignidad, sojuzgarlo a su antojo y capricho exhibiendo ante él unas condiciones insoportables de asumir. Porque a la primera oportunidad que tenga y, aprovechando el menor descuido, actuará sediciosamente hasta procurarte el daño que no pudo hacerte en su momento. No exhibas, pues, ni uses tu soberbia ante el vencido para arrastrarlo por el lodo, porque él también tiene orgullo y dignidad. No aprietes el cuello de tus víctimas hasta casi asfixiarlas ni cortes la poca esperanza de redimirse que les queda. Quien ignora el orgullo y la dignidad de los demás, actuando despóticamente sobre ellos, está expuesto a su odio y a su violencia más temprano que tarde. Por eso, sé comedido en tus exigencias cuando te sepas en una posición de privilegio sobre otros y sé también generoso con el sometido en la victoria.

                                                               José Antonio Sáez Fernández.