El
poeta se mueve entre ráfagas de luz, trallazos o destellos de conciencia y entre
intuiciones e imágenes verbales que ejercen como disparos de metralleta sobre
su cerebro. Y eso le ocurre porque continuamente vive en estado de poesía, esto
es: vive su existencia en poesía, mira y entiende la vida en poesía. Por lo
mismo para él, esta no constituye una impostura ni una mentira, sino una forma
de ver y entender el mundo, de estar y de ubicarse en él; lo cual coincide con
un estado permanente de conciencia lírica. De lo contrario, chocaría de frente
con otra realidad que le es ajena y supondría una continua fuente de conflictos
personales y mentales. Y esto último también puede darse cuando el poeta se ve
forzado por el desorden del mundo a afrontar una realidad que lo conmociona y
desequilibra. De alguna manera, el vivir en poesía supone para él, tanto la
búsqueda de la armonía y el equilibrio del universo como la confianza y
seguridad necesarias para conducirse en su cotidianidad. Ver la realidad en
poesía supone, de algún modo, rechazar esa otra realidad que nos envuelve y que
nos atenaza o, quizá, ignorarla de forma natural o inconsciente por falsa y
depredadora de lo más esencialmente humano. Vivir en otra realidad y en otro
estado de conciencia es posible. Si no que se lo pregunten al poeta y a su
búsqueda de las esencias.
José Antonio Sáez Fernández.
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