jueves, 29 de julio de 2021

CALBALGANDO JUNTO A DON QUIJOTE.

 



Has de saber, Sancho, que hoy me embarga un raro sentimiento de melancolía, porque llevamos dos días cabalgando y aún no nos han salido al paso, por estos polvorientos caminos que recorremos, los gigantes descomunales contra quienes me advirtieron las historias de los caballeros andantes que me precedieron en la noble Orden que profeso, y a la que tú perteneces como leal escudero mío. Y no me digas que aún no has comido, pues de sobra sabes que los caballeros andantes se alimentan de las hazañas que les acaecen; mas no así quienes les sirven, que necesitan sentir cómo se desliza el vino por su garganta y, en cortando con su navaja un trozo de queso, y con él un buen pedazo pan, bien cocido en el horno por su ama, son los seres más felices de la tierra. No me culpes, pues, Sancho, amigo, de no reparar en tu necesidad sino en esta insaciable sed de aventuras que me consume, pues al fin y al cabo es superior a mí y al magullado Rocinante que soporta mis huesos sobre los suyos. Mas, en transcurriendo aquella loma hay una alameda que discurre al par de la orilla de un riachuelo, donde podremos dar agua a nuestras respectivas cabalgaduras y, bajo la sombra que nos proteja, podremos hallar el solaz que tú buscas y que yo necesito; así como descanso para Rocinante y el jumento. Mira que cae la tarde, Sancho, y se nos viene encima la noche, por lo que debemos acogernos a la protección que se nos brinda y ponernos a resguardo de las alimañas que nos acechan a cada paso que damos.

- Haga y diga vuesa merced lo que bien le parezca y pase por sus mientes atormentadas y sudorosas, que yo voy sacando ya las pobres viandas que aún restan de mi faltriquera, pues mis tripas rugen de desconsuelo y mi cuerpo, en su flaqueza, se resiste a mantenerse erguido sobre el jumento.

- Come  y bebe tú, Sancho, amigo, y duerme también si lo deseas, que yo estaré velando toda la noche bajo la luna llena por amor de mi señora Dulcinea; pues de sobra sabes que sólo ella es la dueña de mis pensamientos.


                                                                      José Antonio Sáez Fernández.