sábado, 9 de noviembre de 2013

EN FUENTEHERIDOS, CON MANUEL MOYA.









El amigo que escucha los cascos de las yeguas resonando en la noche. El que habita el silencio fecundo y cumplida nos entrega la ofrenda de su sangre, derramada en sus versos. El que fabrica máscaras en el taller del tiempo y su casa instaló colgada de un talud. El que surcó los mares con tan frágil barcaza y residió en las islas del coral más hermoso. El muchacho al que ofrecen su fruto los castaños y se puso al cobijo de una lección de sombras. El que, pese al combate, no se rindió a la vida y sangra en cuanto siente. El que se bebe a sorbos la madeja de nieve de su barba y obsequia con flores a Violeta, allá en la fuente donde lavan sus llagas los heridos. Aquél que mira al cielo tras el cristal nublado de sus gafas y lleva el corazón envuelto en un sudario. El más cordial, mi amigo... Manuel Moya se llama.



José Antonio Sáez (De Valle sin Aurora, Málaga, Corona del Sur (Col. Almud Literario 9), 2005.

domingo, 3 de noviembre de 2013

HOJAS CAIDAS.


 
Mariluz Escribano Pueo es una escritora granadina, nacida en 1935, que ya ha demostrado sobradamente en su trayectoria literaria las excelentes cualidades de que está dotada, tanto para la narrativa como para la poesía. Su labor en la ciudad del Darro y del Genil es bien conocida como catedrática de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la universidad granadina. Destacable resulta, sin duda, en la actualidad, su labor como directora de la revista cultural y literaria "Entre Ríos". Inevitable parece establecer cierto paralelismo con la poesía de la recordada poeta granadina Elena Martín Vivaldi (también la responsable del estudio preliminar, la profesora de Didáctica de la Literatura Remedios Sánchez García, lo advierte en él); si bien delimitando estilos y singularidades en ambas poetas.
Autora de más de una docena de títulos de poesía, narrativa y ensayo, estos últimos en colaboración con la almeriense de Antas, Tadea Fuentes, discípula de Celia Viñas; Mariluz Escribano nos regala en esta ocasión el poemario "Umbrales del Otoño", publicado por Editorial Hiperión, el cual no podría llegar en hora más oportuna que la presente.
Estimo que se trata de una poesía esencialmente intimista, donde tienen cabida la evocación y el recuerdo, el el recurso a la memoria y un cierto panteísmo de fusión con la naturaleza, de vivencia personal de la misma, sintonizando el estado de ánimo con los signos estacionales que ofrece el medio natural. Dos son las estaciones a las que se refiere preferentemente en el libro: la primavera y el otoño. No hace falta aludir al simbolismo de ambas, pues éste se ha convertido en tópico literario. El otoño es la estación propicia para el recogimiento, para la intimidad, para la evocación y el recuerdo. En Mariluz Escribano, las figuras de la madre y del padre están vivamente presentes en la memoria y el corazón de quien las evoca con dolorido sentir, desde la ausencia y el sentimiento de pérdida, en trágicas circunstancias, especialmente de la figura del padre, a quien se llevó una triste guerra.
Toda vida es una continua pérdida: vivir significa dejar atrás las personas y las cosas que amamos. Corremos, avanzamos al encuentro de lo inesperado, de lo nuevo, de lo que está por venir, pero ya no podremos ser nunca los mismos. Durante el resto de la vida nos acompaña un sentimiento de orfandad inevitable e irresoluble. Somos los despojados de su riqueza interior, de sus emociones y afectos. Pierden los árboles su vestidura de hojas y quedan las ramas al descubierto, desnudas y expuestas al viento. Así la intimidad que se muestra al exterior y se somete a los ojos y al juicio de nuestros semejantes. Un verso también puede ser una lágrima y, a veces, hasta el llanto de un río subterráneo. Mostramos nuestras llagas como quien muestras las medallas que le caben en la guerrera, por si alguien se solidariza con nosotros y nos abraza con idéntico dolor. Vivir es dolerse en uno mismo y en los afectos de quienes nos han querido o a quienes hemos amado. 




 Todo esto me dicen a mí los textos de "Umbrales del Otoño", tal y como si anduviésemos entrando en la estación de la interioridad que nos devuelve la imagen de lo que somos y cuanto hemos sido. Formalmente estructurado en dos partes relativamente diferentes, de diecisiete y dieciocho poemas respectivamente, en la primera se integran preferentemente los textos de evocación (incluido el dedicado a La Huerta de San Vicente, vinculada a la familia de Federico García Lorca) y en la segunda los de una particular vivencia amorosa, pues el amor ocupa un lugar de señorío en este poemario singular que es "Umbrales del Otoño". Se vive para el recuerdo y desde el recuerdo se proyecta la vida:

                                            Vivirás en mi verso cuando la luz se acabe,
                                            por eso yo te canto germinal y sencillo,
                                            descubriéndote el alma cuando el cielo está quieto
                                            y el silencio se puebla de planetas sin nombre.

Toda vida tiene sentido en el amor y para el amor. Si amar es darse, Mariluz Escribano entrega mucho de sí en este poemario cíclico y lunar que huele a lluvia, a hojas caídas y a árboles desnudos, a sentimientos y emociones perdurables.

                                                                          José Antonio Sáez Fernández.