SURA TRIGÉSIMO PRIMERA.
Los niños y los pájaros, los ancianos y los niños son las criaturas
preferidas por el Amado. Los niños son como los pájaros y los ancianos como los
niños. Todos ellos tienen alas y van de la inocencia y la ternura a sus
asuntos. Un pájaro es como un niño y un niño es un pájaro. Mira a ambos a los
ojos y veras en ellos reflejada una ráfaga de luz desprendida de los dedos
alfareros del Amado. Los niños y los pájaros: ¡Qué lejos, ambos, de la muerte!¡Que
borrachera de vida en el Amado! Y los ancianos, ¡qué cerca de la eternidad que
llama a las puertas de su corazón! Pájaros, niños y ancianos: ¡pura delicia
para el goce del Amado!
SURA TRIGÉSIMO SEGUNDA.
Si dejas fija la mirada en el sol,
bien pudiera cegarte. El ojo no fue concebido para soportar esa carga de luz
que lo invade. Igualmente, el amor humano, aun habiendo sido concebido a imagen
y semejanza del divino, no puede en modo alguno compararse a él. Los sacerdotes
que se adentraban en el Sancta Sanctorum y se atrevían a mirar el Arca de la
Alianza en el Tabernáculo, sufrían un mal que los fulminaba. No ambiciones
demasiado en tu comunicación con el Amado. Podrías no tener capacidad para
asimilarlo. El cuerpo humano, las potencias humanas son demasiado frágiles y
limitadas.
SURA TRIGÉSIMO TERCERA.
Entiendo esa preferencia tuya por los
desvalidos, por los desamparados, por los que sufren o son perseguidos y
represaliados por sus principios. Porque el dolor y la indefensión estimulan o constituyen
un acicate para el conocimiento. Tú eres el conocimiento y a ti se llega a
través de él. ¿Y por qué ha de ser esto así? Sólo tú decides tu proceder y no nos
toca a nosotros discernirlo. No pretendas tocar las nubes desde tierra firme.
Ellas no están a tu alcance. Aunque extiendas tus brazos hacia el cielo y
cierres los ojos, sólo se te hará tangible el aire. Dispón tu corazón para el
Amado. Despójate. Haz sitio en él. No ocupa espacio.
SURA TRIGÉSIMO CUARTA.
Sobra la vanidad y sobran todas las humanas
miserias cuando corres al encuentro del Amado. El vanidoso está lleno de sí, a
rebosar, y en su interior no queda ni un resquicio por cubrir. Si quieres
avanzar hacia el Amado debes ir con la inocencia y la ingenuidad del niño que
se deja llevar por la mano de su madre. Quédate ahí, a la expectativa, aunque
Teresa afirme que en el encuentro con Él “no deja de participar el cuerpo en
algo, y aun harto”. Pero has de saber que ese grado de comunión sólo se alcanza
por concesión del Amado y, por consiguiente, no depende de ti. Abandónate,
pues, y déjate envolver por la marea.
SURA TRIGÉSIMO QUINTA.
Así como los enamorados anhelan con
creciente ansiedad el momento del encuentro, y así como vierten sus lágrimas de
congoja en el instante de la despedida, siendo tal su desconsuelo por causa del
fin de sus amores; de tal manera se regalan con palabras de aliento con la
previsión de un nuevo y definitivo encuentro. Así tú, que aguardas con
impaciencia y quedas a la espera de que se muestre el Amado a ti, aunque no
acuda a la cita convenida y esperes largamente con el alma en un hilo.
José Antonio Sáez Fernández.
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