miércoles, 12 de febrero de 2014

FÁBULA DE LA MUERTE Y EL CABALLERO.





                                                   A la memoria de Domingo F. Failde.

"Después de puesta la vida/ tantas veces por su ley/ al tablero;/ después de tan bien servida/ la corona de su rey/ verdadero;/ después de tanta hazaña/ a que no puede bastar/ cuenta cierta,/ en la su villa de Ocaña/ vino la Muerte a llamar/ a su puerta,/ diciendo: <<Buen caballero,/dejad el mundo engañoso/ y su halago;/vuestro corazón de acero,/ muestre su esfuerzo famoso/ en este trago (...)"
                                                                                                   
                                                                                                       Jorge Manrique: Coplas.


Coincido en general con la opinión de que el poeta no es un ser humano fabricado de una materia especial. No entiendo la poesía sino como un menester humilde, surgido de la reflexión y la indagación interior, y la actitud del poeta como un estar alerta a las señales que surgen tanto del exterior como de su interior. Y digo "en general" porque, si acaso, el poeta es un ser con una singular conciencia de la presencia permanente de la muerte en la vida, de la fragilidad de ésta y de la amenaza continua que se vierte sobre ella. La vida sería así como una frágil vasija que puede romperse en cualquier instante. Los poetas no cortejan a la muerte, sino a la vida. Parecen coquetear con la primera, aceptar su invitación al baile, como en aquellas macabras danzas medievales, porque saben que ella es la triunfadora todopoderosa, la permanente e invicta. La presencia de la muerte en la vida resulta indiscutible e imposible de ocultar por más que nos obstinemos en negarla. El poeta así: un ser ante la muerte que celebra la vida. La vida no es justa y la muerte, con demasiada frecuencia, lo es menos. Ante ella rinde sus bien medidas armas el poeta. Y si a veces se rebela por el yugo mortal que nos aflige, cae luego a tierra y le rinde pleitesía. Recuerdo que hace muchos años alguien me dijo que si por él fuese estipularía periódicamente una visita obligatoria a los hospitales y a los cementerios. El dolor y la muerte es lo que somos, es lo que tenemos, es lo que nos queda.
Acaba de morir en Jerez de la Frontera uno de mis más cercanos e íntimos, mi hermano espiritual: el poeta Domingo F. Failde García y me he puesto a hilvanar unas líneas que me lo traigan vivo a la memoria y me lo recuperen, siquiera sea momentáneamente, para aliviar la congoja que me aflige. Como era un caballero, Domingo cortejaba a la muerte como si de una dama se tratara, le lanzaba requiebros en sus versos y sostenía con ella los más altos desafíos a sabiendas de que nunca podría ganar la partida de ajedrez, los retos a los que ella, sabedora de su superioridad, no contestaba a la espera de que llegara su momento. Pero contrariamente a lo que pudiera parecer, Domingo F. Failde no era un poeta de la muerte, sino un vitalista como pocos, con un deseo irreprimible de exprimir la existencia y vivirla hasta casi rozar sus límites. Poeta culto, sabedor de latines y degustador de los clásicos, era amable y gentil caballero. Como tal trataba a la muerte, aun siendo conocedor de las argucias de tan terrible dama. La poesía y la vida de Domingo F. Failde han querido ser una respuesta a la omnipresencia de la muerte como tema determinante de la condición humana, un concierto barroco en el que literariamente están presentes todos los tópicos verdaderos de la existencia. Ahora Domingo se ha dejado ganar la partida de ajedrez como el cabellero que no desea desairar a una dama. No la cortejará más porque ella ha vuelto inexorablemente a triunfar sobre la vida. Pero quizás, despúes de todo su transitar por este valle de lágrimas, el poeta haya conseguido con sus versos ganarle una última batalla pues, sin pretenderlo, la dama de luto lo ha proyectado hacia la eternidad.


                                                                             José Antonio Sáez Fernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario