EL UNGIDO.
Soy el ungido: miradme como miran
los rayos del sol la placidez de las aguas.
Pisaba yo estas piedras y lanzabais
al aire pétalos perfumados de flores en el
iris,
alfombrando a mi paso el lugar que surqué.
Extiendo mis manos sobre los vientres
fecundos de las doncellas y rozo los cabellos
ondulantes de las muchachas desnudas,
para que no marchite el tiempo la sagrada
beldad que las asiste como a náyades.
Soy el que no deja huella, el que se
transfigura
ante vosotros revestido de su misericordia
y os provoca el asombro; si no, un temblor
intenso.
Trazo signos indescifrables en el aire
y os preguntáis qué hago, a quién imploro,
qué oscura razón nubla mi mente o la ofusca:
el enajenado, el loco, el que subyuga y pasa.
Me veis danzar, girando como el trompo,
hasta caer rendido al suelo que recibe
mi cuerpo malparado y heredáis mis gestos,
como los bienaventurados heredarán la tierra.
José Antonio Sáez.
Leo poca poesía contemporánea.
ResponderEliminarpero sin duda tú estás entre los mejores.
Para mí el mejor.
Y ésto es serio,no lisonja.
Amigo...