sábado, 27 de abril de 2013

CANTO DEL ARQUERO.












Saltimbanqui, gimnasta, saltador de la comba,

atleta de equilibrios, erguido y con las piernas

abiertas, posturales, en estático y rítmico

compás de dos por cuatro. Tensa la cuerda, zambo,

echa la red al cielo y espanta las miradas

de los que han de venir por un sol de justicia.

Arquero de las nubes, estilizado duende

que llevas en los brazos el mundo por montera,

coloso del arco iris, atlante de colores;

el que avista la presa y siempre ojo avizor,

tiende el arco al azul, la flecha al cervatillo,

las trampas al bisonte o al mamut ceniciento.

Ese dios protector que, como trazo oscuro,

pintara en las paredes de la cueva sombría

aquel antepasado para invocar la caza,

sobre la cal desnuda protege a moradores,

y es Indalo o idolillo, encantador de flechas,

imán de las pupilas, los ojos al asalto.

El que al alba del mundo viera la luz naciendo

entre unas brozas secas y frota piedras blancas.

El que surgió del fuego e ilumina la tierra. 


                            José Antonio Sáez. 







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