Dulce sombra del jardín sensitivo
que
destila el aroma de las flores
abiertas y sus pétalos derrama,
alfombrando
a su paso la vereda
escondida
del umbral misterioso.
Mustias
rosas de los fúnebres labios
que
el rostro amado teñís de violeta
y
abandonáis, bajo los cinamomos,
el
cuerpo que el arcángel reclamase
a
su lado con anhelo insistente.
desplegando
tus señeros colores,
asombras
las pupilas que contemplan
el
milagro de las formas rendidas
ante
los dedos locos y los brazos.
Fúlgidos
miembros que enlazados rinden
su
tributo al alba entre ígneas ascuas
donde
en vano consumen, si voraces,
el
licor de los labios y las bocas,
aún
sedientas sobre la piel esquiva.
Cede
el día su alcazaba soberbia
a
las sombras vencidas, y las llaves
sobre
un lecho de rosas, cuyo aroma
expandiese su fulgor deslumbrante.
expandiese su fulgor deslumbrante.
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