jueves, 31 de enero de 2013

PLÁSTICA Y POESÍA EN LA ESCULTURA DE ISABEL MARÍA GARCÍA OLLER.





   La joven escultora albojense Isabel María García Oller (Albox, Almería, 1968) expone una muestra de su obra escultórica en el Patio de Luces de la Diputación Provincial de Almería. Las obras expuestas son, en general, de pequeño tamaño y la materia en ellas empleada es la piedra noble, especialmente el mármol; si bien suele auxiliarse la artista de otros materiales como complemento y apoyo a la reciedumbre solemne de la piedra.

    Muchos albojenses conocen ya muestras de su obra, pues no en vano al menos tres de ellas, de gran formato, se exponen en los puentes, plazas y rotondas de Albox, para orgullo de sus paisanos y honra del buen nombre de su autora; si bien ha realizado encargos para otras provincias españolas, como el sepulcro del Padre Cámara, que se exhibe en la catedral de Salamanca o su colosal Neptuno de una urbanización malagueña, por citar sólo dos casos.

    En la exposición que actualmente se muestra en la Diputación almeriense, Isabel María García Oller muestra esculturas, como digo, de pequeño formato en general. Pero si algo aprecia en ellas el degustador del arte escultórico, si algo llama la atención del curioso impertinente que a ellas se aproxima para observar con detenimiento la obra de arte que ante sus ojos se expone es la finura, la delicadeza, la extrema elegancia y el respeto, casi solemne, con que la autora se atreve a afrontar la búsqueda de la figura sorprendente, en combate constante con la dignidad y solemnidad de la piedra. Se diría que Isabel María García Oller, como Jacob, ha sostenido su lucha, cuerpo a cuerpo, con el ángel; y ello hasta dar con los secretos más recónditos que la materia le ha desvelado, o quizás haya sido ella quien ha sabido arrebatárselos.

   Entiendo que finura, elegancia y delicadeza emanan de la exquisitez de su talento artístico y que, al mismo tiempo, en su trato con la nobleza de los materiales, la artista ha sabido llegar al centro donde todos los secretos de la piedra se desvelan sólo a unos pocos privilegiados. Dar forma a lo que no tiene forma, extraer las formas de la materia inerte, como una diosa o un dios embriagado que se crece en la creación de sus criaturas, desde el origen primigenio de su desvalimiento hasta su afirmación rotunda como seres. Desde ese desvalimiento inicial hasta la autonomía personal de sus creaciones, como el ave que deja volar sus crías y las lanza al mundo para que tengan vida propia y no dependiente, pues ya no son ella, sino ellas.

   Hay poesía, auténtica poesía en las esculturas de Isabel María García Oller. Hay refinamiento y delicadeza exquisitos, sensibilidad extrema que se remonta al mundo de los sueños y de la fantasía, exponentes esenciales del estilo de la artista. Motivos marinos, acrobáticos, aéreos, seres mágicos surgidos de los más íntimos deseos, originados en la infancia o el anhelo de trascender la realidad evidente: el mundo del espíritu y la carne, de lo erótico y lo sublime en los torsos clásicos, de cuerpos ensamblados que se dan la espalda, fundidos en la misma materia o que apenas si se rozan atléticos y perfectos, hadas y sirenas, cabellos al viento de bellos rostros femeninos...

   Isabel María García Oller se acerca a la materia como sacerdotisa a lugar sagrado, pues se sabe llamada, vocacionalmente, a una tarea que sólo han de llevar a cabo unos pocos convocados a emprenderla. Así veo yo, en esta aproximación de urgencia, a esta joven escultora que ofrece sobradas muestras de su talento en la exposición mencionada y que habrá de asombrarnos siempre con cada nueva entrega de su fértil inspiración.

                                                     José Antonio Sáez.

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