jueves, 28 de octubre de 2021

EL BUSCADOR DE PERLAS.

 





Algunos se conforman con nadar esforzadamente en superficie y son admirados por quienes, desde la arena de la playa, los avistan y siguen con la mirada. Así también quienes navegan sobre sus tablas de surf o practican esquí acuático, movidos por el afán de sentir su rostro contra el viento, la velocidad y el vértigo, la adrenalina que los impulsa; sintiéndose envidiados y admirados por quienes miran. Pero hay también quienes, habiendo gustado de la hermosura de las profundidades, de las criaturas irisadas que las habitan, de las algas marinas y las islas de coral magnífico que yacen sumergidas en ellas, no desean otra cosa que descender buceando hasta contemplarlas de frente, admirarlas y referir luego a sus más íntimos, no sin atropello y dificultad, entusiásticamente, las beldades que pudieron avistar en la soledad y el silencio de las profundidades. 






El buscador de perlas era de estos últimos, hablaba atropelladamente y no revelaba a nadie el lugar secreto en donde hallar las grandes conchas marinas, los bivalvos que se abrían y se cerraban ante sus ojos maravillados por la blancura cegadora de las perlas de nácar, con las que tejía collares para las más bellas de entre las sirenas de cabello ondulado.


                                                                            José Antonio Sáez Fernández.


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