jueves, 24 de octubre de 2019

NUEVAS ESCENAS OTOÑALES.








   Ah, si descubrieras tu corazón y te exhibieras desnudo, aun sin proponértelo, cubriendo sólo con tus brazos la indefensión de tu cuerpo expuesto a la mirada ajena, tal y como viniste al mundo, tal y como fuiste creado. Quedarían al descubierto tus muchos miedos y tu cobardía, la indefensión y la vulnerabilidad de que estás hecho, débil carne amasada en barro. Si no pudieras ocultar tu temor al dolor y a la muerte, al sufrimiento y a las tinieblas eternas que nos atenazan. Di ahora, si te atreves, que no eres el más medroso de los seres, que no tiemblas y tartamudeas, que no se te traba la lengua ni palideces ante la dificultad, y que no eres capaz de llorar o suplicar ayuda, perdón, socorro, indulgencia, alivio... ¿Habrá alguien entre el gentío que observe al ecce homo, se apiade de él y le lance una túnica, un sayal, unos andrajos que cubran su púdica desnudez? He aquí al que se transparenta y no lo ignora, protegido tras una urna de cristal, maniatado con celofán, amordazado y enmudecido con esparadrapo. El que cae tres veces y hasta treinta y tres o ciento tres. ¿Qué Simón de Cirene te ayudará a levantarte? ¿Qué Verónica enjugará tu rostro mientras el gentío vocifera y clama contra ti o guarda un silencio expectante, varón de dolores, vientre de madre atravesado por siete dagas? Sobre el Lugar de la Calavera fuiste alzado en el aire y elevaste los ojos hacia el cielo: "Abba, Padre. En tus manos encomiendo mi espíritu".

                                              
                                                                             José Antonio Sáez Fernández.

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