(Tomasz Alen Kopera) |
Mi querido amigo Ángel:
Recibí tu libro “Cuando todo es ya
póstumo”, publicado por Ediciones Castalia, con una afectuosa dedicatoria y tu
felicitación por las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Te agradezco infinitamente
que te hayas acordado de mí y que me hayas regalado con tan magnífico presente.
Gracias, muchas gracias por enviarme esta última entrega de tu obra, que brilla
con luz inusitada en todo su esplendor, tal y como merece el recuerdo de
Emilia, ahora en su segundo aniversario de ausencia, pero cuya memoria retemos
avariciosamente en el corazón y a través de tus versos.
“Cuando todo es ya póstumo” suena a elegía y
suena a solemne réquiem. Es como una pira, como un monumento al amor, como la
última entrega de tu vida en la que te desangras haciendo un esfuerzo continuo
para no desbordarte en un estado de contención emotiva, pero también de
exaltación en ese volcán de emociones que desde su enfermedad y su pérdida has
ido acumulando. Han tenido que pasar dos años para que la memoria de Emilia
quede fijada en la historia de la poesía española a través de tu magisterio.
Seguramente, ese reposo emocional ha sido necesario para sedimentar el cúmulo
de emociones y dolores que bullían y bullen aún en tu interior, pero a las que
has sabido dar cauce como corresponde a tu talento y magisterio líricos. ¡Qué
hermoso libro, querido Ángel García López! ¡Y cómo deben de haberlo celebrado
allí donde Emilia se encuentre ahora!
Algo de ciertos libros anteriores me
conmovía en la memoria de sensibilidades, algo que me llegaba a través de Trasmundo o de Mester andalusí; y ello por esas esporádicas referencias a la
inquietud y al desasosiego que provocó la noticia de su enfermedad, a las
continuas y desoladoras pruebas médicas, a los terribles días finales y a la
constatación de su muerte. Esto en lo que toca a Trasmundo, pues en lo que toca a Mester andalusí era el sentido elegíaco, la constatación de la
definitiva pérdida física de la mujer amada, todo tu reino, todo tu territorio,
tu al-Andalus, aunque ella no nos naciera andaluza. La exaltación panteísta de
todo lo creado, la recreación de lo natural y lo vivo que bulle en el libro con
la pátina de que sintoniza en su integridad y disposición con la pérdida
irreparable de Emilia; así como Petrarca, Dante o Garcilaso quisieron y
supieron decirlo antes. Con ellos tú y Emilia, como con ellos Laura, Beatriz o
Isabel Freire. Todo lo natural, todo lo creado se solidariza con el dolor del
poeta y siente la ausencia de Emilia, su pérdida irreparable. Algo ya en la
creación no volverá, sin ella, a ser lo que fue. Hay pues, un desgarro tan
doloroso que produce una ruptura, un antes y un después.
Nadie podrá
negar que tu poesía fue escrita por y para el amor, que es lo mismo que decir
por y para la vida. Con Emilia es la canción la iniciaste y con este túmulo al
amor de Emilia has querido concluirla. Un hombre y un poeta no pueden pedir más
a la vida y tú has demostrado integridad, devoción, rigor y elegancia hacia la
poesía que ha venido acompañando todos los días de tu vida, ayudándote a
celebrar el milagro de estar vivo y poder cantar (¡y cómo, tan
magistralmente!), celebrar la belleza, la pasión, la vida misma. Emilia, la
poesía. La vida, tu vida misma, la razón de tu vida ya inmortalizada en tu
canto.
Querido Ángel García López: el tiempo va
cumpliéndose en todos nosotros. Nunca seremos lo que antaño fuimos. Pero algo
quedará en la memoria y el corazón de la honradez, el esfuerzo y el amor que
pusimos en todo cuanto nos fue encomendado. Tú así lo has hecho y con innegable
pasión has multiplicado los talentos que se te dieron al llegar a este mundo.
Puedes respirar anchamente. Puedes dejar que el aire penetre despaciosamente en
tus pulmones. Puedes sentarte en tu sillón a solas, cerrar los ojos y ver cómo
se acerca Emilia, siempre diligente, siempre afectuosa, para preguntarte si
estás bien, si necesitas algo… Gracias
en nombre de todos los que amamos la poesía, tu poesía, por regalarnos con este
magnífico libro, a pesar del lacerante dolor que te haya supuesto. Aquí me
tienes para lo que dispongas. Siempre has contado conmigo, con el más modesto
de tus amigos a quien tú has querido regalar con el don preciado y precioso de
tu amistad. Abrazos sentidos. Abrazos fuertes, amigo mío.
José Antonio Sáez Fernández.
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