SURA DÉCIMO SEXTA.
Se lamentaba porque ni una sola
palabra salía de su boca. Día y noche esperaba; así durante largos meses y años. Toda
una vida aguardando a que se obrase el prodigio. Se fue con su nombre en los labios, aunque sin una
palabra suya susurrada al oído, aun con el corazón en amor muy lastimado.
SURA DÉCIMO SÉPTIMA.
¡Si extendieses tu mano hasta tocarme! Si vinieras a mí y me dijeras, probablemente caería a tierra fulminado.
No se hizo mi cuerpo vulnerable para tratar de tu más alto amor. Sólo del frágil y humano. Esta carne no es sino materia engendrada en el polvo, aun cuando haya
de ser llamada, en el final de los tiempos, a la resurrección.
SURA DÉCIMO OCTAVA.
Cuando has luchado y apostado por
amor y el amado, cuando no has desfallecido y persistido aun en la debilidad,
vendrá un momento en que cesará todo ascenso; si no percibes y haces valer la
fuerza del espíritu que ha de volcarse en ti gratuitamente. No a todos les es dada
esa fuerza, y tampoco depende de ti ni de tus méritos. Si la percibes, puede
que seas el llamado y que se muestre a ti. Entonces ya estás perdido en Él, por
Él, en su secreto.
SURA DÉCIMO NOVENA.
Los números y su simbología. El
gran geómetra, el matemático, el pitagórico resuelve en números su enigma y los
del universo al que infundiera la fuerza de su amor. Él se cifró a sí mismo y
exige de ti que lo descifres. Mas no serás tú quien efectúe tal proeza. Será Él
quien se revele a ti, como la bailarina que en la danza va desprendiéndose de
los velos que celan su desnudez y muestra, finalmente, su esplendente belleza.
SURA VIGÉSIMA.
¡Ay, alta roca, alta cumbre y
alto sol que deslumbras a quien se atreve a mirarte! ¿Cómo ir hacia ti si tú no
me trazas el camino? Yo voy por el sendero y puede que ande descarriado, mas
por amor a ti lo seguiré hasta que te encuentre en él o finalice. No pretendo
alcanzarte, pues mi vanidad me perdería. Hazte el encontradizo y permite tú que
te dé alcance.
José Antonio Sáez Fernández.
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