SURA PRIMERA.
Ahora, cuando tengo la certeza de
que estoy alcanzando la plenitud, cuando logro vislumbrar la sabiduría y he
recibido su visita, cuando me siento a rebosar y tengo todo por entregar de mí,
cuando miro hacia dentro y veo partículas de luz en suspensión y transparencia
en el aire, cuando siento que la revelación se abre paso en mi mente durante
tanto tiempo reducida a la aridez de sus desiertos… Justo ahora, digo, no tengo a nadie que me
escuche o que desee escucharme y, si me explico, no consigo hacerme entender
por más que me esfuerce. Pareciera que hablásemos lenguas distintas o que hemos
confundido las lenguas.
SURA SEGUNDA.
Si eres destinatario de la
revelación y si ésta te ha sido confiada, saldrás a la calle y, jubiloso, irás a
gritar tu experiencia secreta a los viandantes. Mas comprobarás por ti mismo
que nadie entiende lo que dices, y se reirán de ti y de cuanto estiman como
demencia tuya.
SURA TERCERA.
Es tan íntimo el gozo de quien se
siente liviano, como pluma de ave… Resulta de tal intensidad el descubrimiento
interior que crees caer en una especie de demencia, pues empiezas a girar y a dar vueltas, tal es el regocijo que cabe a la revelación. Experimentas tu propio
cuerpo sobrepasado en sus límites y no cesas de caer en una suerte de aturdimiento y de fatiga que lleva
al agotamiento, si no a la extenuación.
SURA CUARTA.
Si te fue concedida la gracia de
la revelación, nunca por mérito propio sino que te fue dada porque sí, puede
que ella te traiga mayor soledad y aislamiento. Andarás aturdido y sin saber
qué pensar, cómo obrar y qué decir, y tus semejantes acordarán que andas perdido, muy
perdido; si no que tu mente anda extraviada. Serás el herido de amor que guarda
celosamente su secreto.
SURA QUINTA.
Aquello que te fue revelado
difícilmente podrá ser comunicado. Chocas, ahora, con los límites del lenguaje.
Andarás entonces, si pretendes hacer comunicable tu experiencia, entre paradojas y
comparaciones, a más de otras figuras estilísticas, acudiendo a lo conocido por los hombres, bordeando lo inefable para no caer en lo incomprensible e
ilógico.
José Antonio Sáez Fernández.
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