sábado, 8 de noviembre de 2014

NINFA DEL BOSQUE.





Si bajaras por el camino de los tilos dorados, si te adentraras en el bosque de choperas que se encuentra ubicado a la orilla del río, te esconderías quizá entre los árboles esquivos, recubiertos de hojas en primavera, y yo iría tras tu perfume como el sabueso va tras el olor de la tímida presa que oculta su respiración ajetreada, medrosa por no ser descubierta. Si guardaras tu presencia, iría tras de ti y en pos tuyo hasta dar con tu pista, pieza reclamada por el sol que va dejando huellas allí por donde pasas, rehén atesorado por árboles altivos, cobijada bajo sus copas soberbias y las trenzadas ramas febriles, entre cuyo verdor celan la esmeralda más clara, el rubí venturoso sin par de tu hermosura. Dime, límpido rostro por mí tan pretendido, ¿dónde hallar esas ropas dulcemente posadas sobre la hierba que crece alrededor del lago en donde refrescas el  venturoso espejo de tu cuerpo desnudo, entregado a las aguas que verdean? ¿Y hacia dónde mirar que no te viera, águila de blasón más codiciada?

Ve así que doy con tus ropas y, despojándome de las mías, me adentro en las ondas apacibles que, distendidas, me empujan hacia ti, cuerpo que me deslumbra, diamante que ciega los ojos osados que cayeron en la desmesura de mirarte. Pues eres objeto codiciado por la muerte y yo he defender la vida que me diste. Va hacia ti el desarmado, el desprovisto de casco, escudo y también de coraza; el inerme que no aguarda otro dolor que el que le ha de dejar tu ausencia; tú, la ya lejana y siempre en mí presente. Mírame y dame a rozar tus dedos que se deslizan como peces furtivos en los míos, la inaprensible ya, la intangible presencia, el íntimo dolor para mi desconsuelo. Ninfa del bosque alada que hace sonar sus alas invisibles al roce del aire entretenido en su cortejo, ¿vieras, quizá, al que pasó buscándote en gran desasosiego, con lacerante angustia, ya presa de tu anhelo? Dieras en tu capricho con aquel que anduvo perdido y languidece, herido de tu herida, tal vez por si quisieras salir hacia su encuentro, discreta y compasiva.


                                                                       José Antonio Sáez Fernández.



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