domingo, 16 de noviembre de 2014

EL NEOMODERNISMO DE JOSÉ LUPIÁÑEZ.




Pocos poetas andaluces se hallan tan arraigados en la estela del Modernismo como José Lupiáñez (La Línea, Cádiz, 1955). Pocos como él han asimilado de manera tan natural, consustancial a la vida misma y a su personalidad, la herencia modernista. Tras una dilatada trayectoria poética, el poeta y académico de la Academia de Buenas Letras de Granada nos regala en esta ocasión con un poemario plural y, sin duda, diverso en su conjunto. Se trata de Pasiones y penumbras, publicado por ediciones Carena de Barcelona.


En la primera parte del libro, "Labios silvestres", tras el preludio "Alguien me llama", se integran un conjunto de sonetos, en su mayoría en alejandrinos, de honda raigambre modernista en la senda de Rubén Darío, que vienen a reincidir en los temas que han dotado de personalidad y elegancia la obra poética de Lupiáñez. Así el amor, el erotismo, el destino, los recuerdos, el mar, el paso del tiempo o el desencanto, por citar algunos. Su palabra poética, tal y como nos tiene acostumbrados este poeta, deslumbra con la brillantez del diamante pulido, resaltando en ella su sonoridad, su provocación y la singularidad de sus acepciones en el caleidoscopio de un vocabulario tan bien medido como sabiamente elegido.

En la segunda parte, son nuevamente doce sonetos los que componen el calendario de los meses del año, los cuales dan título a los textos y en los que usa el endecasílabo y alejandrino, casi por igual. Aunque en ellos predomina la consciencia del paso del tiempo, no están ausentes tampoco aquí la nostalgia, la caducidad y el sentimiento de continua pérdida de cuanto vamos dejando atrás en el camino de la vida. No en vano, José Lupiáñez es un gran poeta elegíaco y como tal, un poeta que hace de la melancolía y la nostalgia sustento de buena parte de su obra poética.

Ya en el extenso poema titulado, "Sobre las aguas", hay un vuelco notable en el libro, pues los nuevos poemas que se integran aquí tienen otro aire muy distinto en la forma y en el léxico, quizá no tanto en los temas en los que persevera: el amor, la soledad y la nostalgia. El poeta es ahora más libre en las formas y más ligero y efectivo en el decir, más directo si así se quiere. Esta línea puede verse en los textos que se integran en "Penumbras", donde Lupiáñez hace un alarde de madurez poética y sentimental al mostrarse asistido por esa rara lucidez que le proporciona la palabra poética y en la que se adentra como en un anhelo espiritual profundo. Y ese anhelo de trascendencia campea por los poemas de "A oscuras y en secreto", título de evidente aliento místico. Ahora el poeta parece consciente de los límites del lenguaje y del lenguaje como experiencia de los límites, que diríamos parafraseando a José Ángel Valente. Conviven aquí retazos de la memoria con instantes vividos y ambiciones solidarias de denuncia. En su mayoría son formas de recuperar lo perdido, de traer al presente fragmentos de un pasado gozoso que nos fuera arrebatado, memoria de lo efímero.

"La canción del hereje" es un extenso poema en alejandrinos que cierra el libro. Se trata de un texto elegíaco, de honda raíz romántica (pues no en vano nos trae, en ocasiones, el aliento de Espronceda), que intenta hacer balance del sentir de una vida, así como de dejar constancia de la finitud temporal en que se halla inmerso el poeta. No en vano suena a despedida: ""Adiós a cuantos fuisteis marineros conmigo,/ cuando la mar nos daba con su furia en el rostro./ ¿Para qué la nostalgia? ¿Acaso fuimos libres?/ Adiós, nuestro navío se ha perdido en la noche;/ el puerto queda lejos y nadie nos aguarda" (p. 101).

Quien suscribe estas líneas considera que José Lupiáñez es, sin duda, una voz esencial dentro de la generación de poetas que, tras el franquismo, vino a traer la democracia y este libro bien puede certificarlo.


                                                                           José Antonio Sáez Fernández.

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