jueves, 10 de enero de 2019

EL PODER Y LOS MEDIOS.



Fotografía de Dorothea Lange.



Suele decirse que los objetivos principales de la televisión y otros medios audiovisuales (emisoras de radio incluidas) son los de informar, entretener y educar. Si analizamos esos confesados objetivos, a la vista está que la televisión se ha convertido hoy en un instrumento de poder y dominación del capital y las ideologías, un instrumento puesto al servicio de control de la información y, por consiguiente, del control de las mentes; eso que eufemísticamente se califica de “creación o formación de la opinión pública o fomento de corrientes de opinión”. 

Tampoco parece muy cierto que el objetivo primordial de la televisión y otros medios audiovisuales sea el de entretener (más propio sería el término “anestesiar”), a pesar de que este sea confesado, venga o no a propósito cuando conviene sacarlo a relucir. A nadie se oculta ya el gran poder de influencia de un medio al que los empresarios confían sus campañas de márketing y con el que políticos y banqueros coquetean, pasándoselo de mano en mano, según las circunstancias, “como la falsa moneda”. No estamos, pues, ante un medio de información, entretenimiento y educación desinteresado, sino todo lo contrario; se trata del medio más poderoso para controlar las mentes y las conductas ciudadanas, además de conducirlas y encarrilarlas de acuerdo con unos intereses concretos. 

La ideologización de la población, está presente hasta en las más mínimas manifestaciones de estos medios controladores y controlados. Quienes controlan los medios de comunicación son los Consejos de Administración de los mismos y los grupos empresariales o ideológicos a los que estos pertenecen, lo cual se tiende a ocultar siempre que se puede para no despertar suspicacias por parte de sus consumidores. Sólo un ciudadano bien formado sabe distinguir el terreno que pisa y tiene fijada su propia opinión sobre los asuntos que le conciernen y configuran una realidad que otros intentan manipular en su beneficio. Ciudadanos críticos y bien formados hacen libres las sociedades en las que se integran. Lo demás son seres anestesiados, cloroformizados y dispuestos a ser llevados como ovejas al matadero. Pero este tipo de ciudadanos críticos son muy incómodos para el poder, que los prefiere dóciles y asilvestrados, e intenta que todos comulguemos con ruedas de molino.


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.



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