domingo, 18 de noviembre de 2018

RADIOGRAFÍA DE LA LLUVIA.



(El río Almanzora a su paso por Serón, Almería).



"Mientras sintamos caer la lluvia, habrá esperanza", sentenciaba el abuelo. Cuando sus ojos miraban alrededor, no veían más que desolación. La depredación humana había ido desposeyendo a la tierra de su capa vegetal y, si primero fueron cayendo los árboles porque hacía falta la madera para construir casas, para cocinar los alimentos o para calentarse, después fue la cubierta vegetal de tarays y retamas, de bojas y esparto la que fue sucumbiendo progresivamente, a la par que se abrían caminos y carreteras que removían la tierra para volverla estéril; pues la lluvia, si llegaba, era para acelerar la erosión provocando cárcavas y grietas que dolían como heridas sangrantes en el bramido de la lenta agonía de la tierra. Su piel gredosa, expuesta a los agentes de la erosión, era tan frágil que el viento, el sol y el agua, que se cernían raudos y con violencia sobre ella, la dejaban desnuda y desamparada, a merced de los elementos. Fue así como devino el erial en torno a la villa, al menos como el nieto lo recordaba de labios del abuelo.
"La tierra es nuestra madre. Ella nos acoge de nuevo en su vientre cuando emprendemos el viaje definitivo. Ella nos proporciona los alimentos que necesitamos, sobre ella crece la hierba y bajo ella se sepultan las raíces profundas de los árboles que nos dan sombra en verano y nos resguardan del sol abrasador, las mismas raíces que sujetan la tierra como puños duros y apretados. Sirve de cobijo a muchas criaturas que tienen su guarida en ella y sobre ella posamos con firmeza nuestros pies para dar gracias al Todopoderoso que la hizo fértil y fecunda, mimada por las aguas de los ríos y las fuentes, abonada por los excrementos y el limo que la estercolan. No viertas tú sobre ella líquidos corrosivos que la hieran de muerte ni contamines el lecho de los ríos que van a dar a la mar. La tierra, el aire, el agua son sagrados y los atentados cometidos contra ellos son crímenes de lesa humanidad. Ama la tierra, el aire y el agua, defiéndelos si es preciso, arriesgando tu propia estabilidad; porque la vida nunca será posible sin ellos" -concluía el abuelo, mientras el nieto escuchaba en silencio y guardaba en su corazón cuanto referían sus palabras.


                                                   
                                                                                  José Antonio Sáez Fernández.



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