Cervantes vive: don Quijote no ha muerto.
Avanza el año 2016 en que celebramos el cuarto centenario del fallecimiento del
escritor Miguel de Cervantes Saavedra,
gloria de las letras hispanas. A día de hoy, al menos que yo tenga conocimiento de ello, nuestras
autoridades políticas, nuestras instituciones culturales y académicas, nuestros
escritores e intelectuales de mayor rango no han venido celebrando esta
efemérides en la forma en que hubiera sido digna de tal nombre. Probablemente
todos tendrán serias razones para justificar lo que considero injustificable y
es que España, aunque no se considere acertado decirlo, es un país significativamente
triste, pese a las etiquetas y tópicos con que desde dentro y fuera quieran
obsequiarnos.
Ojalá estuviera equivocado en mi reflexión, pero creo que las razones de
esta falta de entusiasmo en la sociedad española por celebrar una fecha tan
significativa para la lengua y la cultura de esta nación son graves y profundas.
La primera es la perniciosa ignorancia y el desconocimiento que los mismos
españoles acreditan respecto a la figura y la obra de un escritor que viene
siendo considerado, en el transcurso de los siglos, como la aportación más
relevante de las letras hispanas y la cultura española a la cultura universal.
La segunda es, a mi juicio, la desidia y el desinterés manifiesto por
parte de nuestros gobernantes, de las instituciones culturales públicas y
privadas para hacer valer o poner de relieve un patrimonio cultural que debiera
considerarse como inmarcesible, tal es el valor del legado que la persona y
obra de Miguel de Cervantes Saavedra debieran significar para los españoles y
para el mundo. Los españoles, no se olvide, “somos los hijos de Cervantes”,
según dejó dicho el ilustre historiador Américo Castro. Y esta última
afirmación supone para mí, nada más y nada menos, que todos nosotros siempre estaremos en deuda
con un escritor que tan fielmente reflejó en su obra la sangre y el
espíritu, el ser y el significar, el carácter y la personalidad, la grandeza y
miseria de nuestra nación; así como los de todos aquellos que en el pasado y al
presente formamos parte de ella.
La tercera razón puede que me aflija y me preocupe aún más que las
anteriores, y es que esta desidia de que hablo supone, desafortunadamente para
todos nosotros, la quiebra en el mundo y la sociedad española de hoy de los
valores que los universales personajes de don Miguel de Cervantes suponen. Esto
que digo me parece francamente lamentable, pues para que nadie se confunda,
aclararé que me estoy refiriendo a que los valores que representan los
personajes cervantinos, que son fiel reflejo del ser y el estar, así como del
devenir de nuestro país en la historia contemporánea, han entrado en crisis; si
es que no se debaten en franca decadencia para nuestro infortunio y descrédito.
Perdóneseme esta afirmación, quizá para algunos demasiado atrevida. La quiebra
de los valores representados por los personajes cervantinos, supone para mí tanto como afirmar que la crisis que
actualmente sufre nuestro país y gran parte de la humanidad no es sólo
económica, sino mucho más grave, profunda y nociva, ya que afecta en sus mismas
raíces a la negación y al descrédito de lo que la cultura y el ser español han
venido representando para el mundo. España no significaría gran cosa para el
mundo si no fuera por su historia, por su lengua y por su cultura; así como por
los valores que nuestro país representa para la Humanidad. Perder nuestras señas de
identidad, renunciar a esos valores que se han ido forjando generación tras
generación conformando el ser español supone, en muy buena parte, renunciar a
ser nosotros mismos, mentirnos y traicionarnos al negar nuestra propia razón de
ser. Valores de nobleza y lealtad, esfuerzo y sacrificio, idealismo y
realidad, vitalismo y fatalismo, rebeldía y resignación, generosidad y solidaridad,
justicia y picaresca, improvisación y voluntad, imaginación y heroísmo,
compromiso y dispendio, creatividad e ingenio…; esa amalgama, digo, de valores
y de señas de identidad, unos positivos y otros no tanto, pero sin duda
nuestros, son los que deben enseñarnos a proceder en el devenir de la historia
presente y futura. De ellos debemos aprender a conservar lo bueno y permanente
que nos aportaron y a desechar lo negativo por pernicioso y nefasto, que
también lo hay. Esos son los valores que los personajes de Cervantes representan,
ellos son los que han conformado el ser y el representar de España en el
mundo y esos mismos son los que corren por la sangre de todos y cada uno de
nosotros. Defendamos la autenticidad de nuestros valores ante el mundo, no
renunciemos a ellos, no los neguemos ni nos abochornemos por ser como somos en
un mundo y una sociedad cambiantes, a los que sin duda hemos de adaptarnos. Que
esos valores nos sirvan siempre para ser mejores personas, españoles orgullosos
de serlo y dignos ciudadanos del mundo.
José Antonio Sáez Fernández.
(Texto leído como presentación del homenaje tributado a Miguel de Cervantes en el I.E.S "Martín García Ramos", de Albox (Almería), el día 15 de junio de 2016, con motivo de cumplirse el IV centenario de su fallecimiento).
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