domingo, 19 de octubre de 2025

CONSIDERACIONES SOBRE EL ABORTO

 





Tengo para mí, como hombre libre que piensa y no está sujeto a disciplina de grupo o partido alguno, que el aborto no es ningún derecho, esencialmente porque la madre no es dueña de la vida que ha engendrado y alberga en su interior. Esa vida constituye un ser totalmente diferente y distinto a ella, aunque es cierto que es la madre quien lo alimenta y la criatura resulta enteramente dependiente del organismo de su madre para sobrevivir, por su desvalimiento e indefensión, por su radical vinculación a ella, incluso después de nacida. Insisto: el ser que se alberga en el vientre de la madre no es ningún apéndice o protuberancia que ha surgido en su organismo, sino una criatura viva, libre e independiente, aunque necesite de la madre para subsistir. Lo mismo nos sucede a los demás seres vivos que deambulamos por este planeta: que somos interdependientes los unos de los otros, que tenemos unas relaciones de interdependencia con los demás y estamos marcados por esas relaciones solidarias para sobrevivir, tanto materiales o físicas como emocionales o afectivas, sin que por ello vayamos por ahí privando de su vida a los demás. Dar vida, transmitir la vida es el acto más sublime que pueda imaginar el ser humano, el más altruista y generoso, pero también el que implica, quizás, una mayor responsabilidad. No puede haber frivolidad a la hora de traer hijos al mundo, sino plena consciencia y voluntad en lo que se hace. Negar la exigencia más imperiosa de la naturaleza que es la perpetuación de la vida, es negar la continuidad de ella y engañarse a sí mismo engañando a la especie.




Cierto es que, en principio, a nadie se le obliga a abortar y que tampoco se persigue a quien lo hace o deja de hacerlo en nuestro país, España, por mor de la ley que reconoce el aborto como un derecho de la mujer; si bien quien escribe no se muestra de acuerdo con ese razonamiento y otros del cariz de que el feto no es persona o de que no hay vida independiente desde el momento mismo de la concepción, etc. El aborto no resulta, a mi juicio, ningún derecho en la vida de la mujer ni supone ningún acto de progreso en aras a la libertad femenina; más bien, al contrario, resulta un magno atentado contra la naturaleza y sus imperativos, contra la ciencia, la conciencia y las normas morales surgidas de los más esenciales principios que dicta la misma naturaleza humana. Y eso sin hacer mención al derecho a la existencia de esa criatura libre e independiente, que crece en el seno de la madre, con los latidos de su propio corazón. Lo cierto es que alrededor de 3.000.000 de abortos se han practicado en España desde 1987 hasta este mismo año, esos niños que hubiera necesitado el país para facilitar el relevo generacional y evitar el envejecimiento de la población. Son los inocentes, los silenciados, los indefensos que no han tenido opción a pronunciarse.




Existe una gran diversidad de métodos anticonceptivos que están a disposición de los padres para evitar una concepción no deseada, pero no se puede amordazar la conciencia, anestesiarla, negarla y engañarse a uno mismo porque una sociedad hedonista y adormecida haya decido, a través de sus políticos, adictos al populismo y ávidos de votos, que es legítimo abortar en base a argumentos falaces que no convencen a una persona de pensamiento libre y crítico. El aborto no es una bandera de progreso en el siglo XXI, la cual enarbolan determinadas ideologías con afanes de identificar sus logros y ganar votos. La abolición de la conciencia moral, como signo de los tiempos, es objetivo buscado y perseguido con ahínco por esas mismas ideologías.




Por otro lado, es cierto que existe una casuística, más o menos amplia, que habría de someterse a consideración serena y reflexiva, sobre la que habría mucho que discernir: tales son los casos de violación o peligro para la vida de la madre, malformaciones o enfermedades genéticas muy graves, en la que la opinión de las progenitoras podría ser esencial junto a otras consideraciones familiares y profesionales. Una mujer no debería renunciar a su derecho natural de ser madre, como culminación y proyecto esencial de vida, dejándose convencer por las “trampas”, muy eficaces por lo que se comprueba, que la sociedad actual del totum revolutum (la confusión) le ha tendido. Demasiada carga ideológica para una cuestión tan esencial, sensible y emocional.

 

                                                José Antonio Sáez Fernández.



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