martes, 30 de julio de 2019

BARBAS FLORIDAS.








  Ahora que mis barbas han vestido el hábito de la luz y se alargan revistiéndome con el aspecto del bienaventurado; ahora que me dejo llevar y conducir por la mano del Otro y mis pies descalzos han aprendido a leer las huellas de quienes antes remontaron estas dunas y pasaron por aquí, precediéndome en el camino; ahora que mis ojos no ven ya otra claridad que no sea la que late dentro de mí y mis ceguera se ha adiestrado en ella: acaricio con mis manos el lomo de una corza que se conduce a mi presencia y la bendigo hasta que las lágrimas me brotan de los ojos por tanta gratitud como cabe en mi alma. 




   Este que me lleva, y al que hago errar por los caminos, Este que me conduce hacia ninguna parte y hacia el centro de mí mismo es el Ciervo Amado, cuya testuz puso a prueba en la berrea ante la corza enamorada. Ah, si sonara ahora la flauta de caña del camellero o se escuchara en el desierto la voz melódica del conductor de caravanas, contemplaría el gozo de los animales al aproximarse a las fuentes del oasis. Bajo estas palmeras que me acogen y me alivian con su sombra del astro abrasador, volveré a escuchar las historias de los que comercian con tejidos y especias, con sal y pescado puesto a secar al sol. 




   Volverán a brotar las palmas en el oasis y las mujeres bailarán al sonar de sus cánticos, mientras ululan y el eco transporta sus sonidos de fiesta más allá de los promontorios de arena y las dunas móviles que el viento acaricia con el ala de un ángel. Ah, la mano del aire que transporta la arena y juega con ella como el amante que deja posar la rosa del desierto en manos de su amada, cuyos pétalos el sol ha fundido y el mismo viento ha modelado. Es esta la plenitud que me acoge y en donde me dejo hacer, yo, el desposeído, el que cubre su desnudez con una vestidura blanca y cuyas níveas barbas le caen sobre el pecho como hilos de nieve que rozan la madrugada.


                                                            José Antonio Sáez Fernández.




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