13
Nada te llevas, si no es el
afecto de quienes te rodearon y perduran en esta vida cuando tú ya te has ido.
No pretendas llevarte otra cosa que la gratitud y el afecto del corazón de tus
semejantes. Si fuiste generoso, si perdonaste, si serviste, si realizaste tus
actos con altruismo y sin pedir nada a cambio, si no acumulaste pensando en que
había de serte necesario, si te compadeciste, si cuanto realizaste fue por
amor... No hay nada que supere la gratitud y el respeto de quienes te
conocieron en vida y se detienen un instante al pasar en silencio ante tu
tumba.
14
Háblame suave al oído. Sean
tus palabras dulce bálsamo para mi corazón herido. Suenen en mi mente las notas
del arpa que ansío. Quietud, soledad que me abrazas en el silencio de la noche,
acorde continuo, agua en calma de la memoria, diapasón, clave de sol amada para
el corazón amortajado. No quiebres esta queda emoción que avienta el alma con
sus alas extendidas en el espacio abierto. Deja sanar la herida, exponla a la
suave brisa de la noche y al canto persistente de los grillos. Llévame de la
mano al sitio convenido, allí donde acordamos que me revelarías el secreto don
de la inocencia, niña que cantas con melodiosa voz hasta encoger mi alma. Yo,
el ignorante, el que anda en el desasosiego.
15
No hay mayor desgracia que
secarse por dentro. La aridez espiritual, el cultivo del conocimiento resulta
vital para los seres humanos. Un hombre sin cultivo intelectual es un erial.
Sin el cuidado del espíritu somos el páramo que humea en la ardentía, la arena
del desierto y espejismo que los ojos creen ver. Nada más triste. Nada más
tétrico que un árbol cuya savia no circula por su interior. Así los hombres sin
valores que inspiren su conducta, sin principios que rijan su comportamiento. Así
las hojas que caen, las briznas de hierba, la paja que se separa del grano, las
gavillas de heno amontonadas. Tú mismo. Y bien lo sabes.
16
Nada de lo que yo pudiera
decirte valdría lo que un gesto tuyo en un momento de desesperanza. Nada como
el amor que se prodiga y la gratitud de quien lo recibe. No existe semilla más
fecunda y revolucionaria para cambiar el mundo que el amor. No des las migajas
de todo el amor que te cupo. No niegues que estás en este mundo por amor y por
el amor de quienes te dieron la oportunidad de incorporarte a él. Quienes
estamos aquí estamos todos invitados a la boda. Dejemos los sitios principales
para quienes no estaban destinados a ellos. No impidas que nadie se incorpore a
la ceremonia. Uno se entrega o no se entrega, pero a medias nadie se da, porque
eso sería como no entregarse.
José Antonio Sáez Fernández.
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