Modesta fue, sin duda, la aportación de mi obra a la poesía española de los años 80, década en la que me di a conocer con los dos primeros títulos publicados de mi trayectoria lírica. Hubo, no obstante, una prehistoria literaria, a la que no voy a referirme en esta ocasión.
Lo cierto es que mi primer libro se publicó en 1983, con el patrocinio de varias cajas de ahorros de Orihuela (Alicante) y las tareas de impresión se llevaron a cabo en el taller de artes gráficas Cografic, de Molina de Segura (Murcia). Su extraordinaria portada y las ilustraciones interiores fueron realizadas por el pintor y catedrático de filosofía oriolano Rafael Bascuñana Benítez; mientras que el ilustre escritor alicantino Vicente Ramos tuvo a bien apoyar mi bautismo literario y apadrinarlo con la firma del prólogo.
Los textos de Vulnerado arcángel fueron escritos entre los años finales de la década de los setenta y el inicio de los 80. Fue época de incertidumbres y cambios en mi vida, pues había finalizado mis estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada y me enfrentaba a nuevos horizontes personales y laborales. Por eso, este poemario es ante todo un libro de poesía existencial, que refleja inquietudes y zozobras, decepciones y naufragios de las que el poeta sólo logra sustraerse cuando se aferra al amor, único asidero en la desolación circundante. El amor, pues, sirve de contraste positivo y salvífico, y es motivo determinante en la obra.
Me marcaban entonces tres influencias determinantes: la de la poesía existencial y social, por un lado (Dámaso Alonso, Blas de Otero, Miguel Hernández, etc.); la poesía clásica de nuestros siglos de Oro (Garcilaso, fray Luis de León, Góngora, Quevedo, Lope...), por otro; algunos libros de la Biblia y la poesía arábigo-andaluza, en tercer lugar.


Boabdil (Salida de Granada). Nívea ave.
A Manuel Molina. Su cuello es una daga de nieve
y blanca espuma.
¿Hacia dónde diriges, oh arquero,
tu saeta que atraviesa? Sus ojos de amianto y níquel
carbunclos son donde la luz
¿Dónde la diana tienen puesta vertiginosamente se precipita.
las almendras de tus ojos,
furtivo cazador en solitario bosque? Centellea su pico y rezuma
un sabor a delicioso néctar o ambrosía.
Caminas o cabalgas,
el polvo de tus pies o el sudor Sus alas esparcidas en el aire
de tu alazán veloz levantan remolinos de amor
perturba o enamora en la noche por donde él majestuosamente pasa
silenciosa de mis pasos. y besa el sol la tersa estalactita
de su hidalga cola.
Ocultamente herido,
escondes sigiloso la pena A su calor perezosamente se desliza
de tus labios, sobre el cristal del lago en donde habita
perdido entre jardines de altos álamos. y viene sobre la hierba, dulcemente,
a poseer a Leda.
Oh, tus palmeras, tu oasis umbroso,
el dátil sabroso, José Antonio Sáez.
la fuente del agua más fresca
que fluía corriente entre tus dedos;
tus manos que ahora empuñan
la arena del desierto,
el polvo que lamía tus mejillas,
el fragoroso viento que las azotaba.
Secretos guarda tu pecho acongojado,
nostalgias tu afligido corazón en sombras
vagando entre dos ríos.
Atrás quedaba Elbira,
por siempre en la distancia.
Entonces, José Antonio, éramos unos jóvenes con pretensiones, nos gustaba la literatura, es más, creo que la amábamos por encima de muchas cosas. Tampoco nos ha ido mal, tú un buen poeta, yo un modesto buen lector. Excelente cosecha, se mida por donde quiera medirse. Enhorabuena, amigo, por este blog y los libros que vendrán aun. Pedro M. Domene
ResponderEliminarPedro, la literatura nos ha ayudado a entender el mundo y a situarnos en él. Nos ha hecho soportables muchos accidentes en el camino de la vida, pero también ha sido a veces dama díscola que responde cómo y cuándo ella quiere. El balance, para nuestro bien o para nuestro mal, ahí está.
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