miércoles, 21 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Lugar de toda ausencia".



En 2005 volví a publicar en la editorial granadina Port Royal el que sería el octavo de mis poemarios. Hacía unos dos años que había tenido lugar la pérdida irrecuperable de mis padres y a ellos dediqué este libro en los siguientes términos: "A la memoria de mis padres, Francisco Sáez Pérez, señor de las flores perfumadas de  los almendros, y Mariana Fernández Conchillo, por todo lo que ella supo de los silencios de mi corazón y que ya nunca podré decirle". La experiencia de la enfermedad final y de la muerte de nuestros padres, vivida tan de cerca y personalmente, resulta determinante en la vida, al menos en mi caso lo fue. En éste y en libros futuros volverán a ser evocados sus momentos finales con desgarro. Aún siendo plural y diverso en su concepción temática, Lugar de toda ausencia es libro muy marcado por ese condicionante que he explicado. Lo estructuré en seis partes de ocho poemas cada una, cuyos títulos son "Confín para desalojados", "Donde se roza el aire", "El escultor de sombras", "los escombros del sueño", "Claustro ciego" y "Obituario". En su preliminar no va prólogo alguno, sino una cita del poeta romántico inglés John Keats, y más en concreto de su "Oda a un ruiseñor":

                                               Entre las sombras escucho; y he sentido muchas veces
                                               un poco de amor por la Muerte apacible;
                                               dulces nombres le he dado en rimas inspiradas
                                               para que al aire portara mi aliento sosegado;
                                               ahora más que nunca parece hermoso morir,
                                               acabar sin dolor en medio de la noche,
                                               mientras tu alma vas desterrando hacia lo lejos
                                               en un éxtasis tal.
                                               Seguirás cantando para mi oído insensible,
                                               y yo sería tierra para tu intenso réquiem.
                                               ¡Oh pájaro inmortal, no has nacido para la muerte!



Considero Lugar de toda ausencia como uno de mis libros más logrados, pues aunque pareciera responder a íntimos desasosiegos es, pese a todo, un poemario equilibrado, de gran sosiego interior; si bien sus motivaciones responden a las constantes de toda obra poética que ahonda en la condición humana y en el devenir existencial, sin perder de vista el aquilatamiento de la palabra poética, persiguiendo siempre la perfección formal y la búsqueda del ritmo en el poema.
En la primera parte abundan los motivos marinos, la existencia humana como camino o viaje, el sentimiento elegíaco y el ahondamiento espiritual en solidaridad con la naturaleza.
   Sin embargo, en los textos de la segunda parte, aun en su diversidad, abunda el tema amoroso como asidero humano, tabla de redención frente a la conciencia del dolor reflejado en versos como los dedicados a la niña anoréxica o al alzheimer. Persisten en gravedad notoria los poemas de la tercera parte, más desolados en la constatación de lo insuperable humano; como así ocurre también en los de la cuarta parte, en donde en ocasiones se recurre a motivos bíblicos o evangélicos y se apela inútilmente a la superación de las limitaciones que nos impone nuestra condición. Finalmente, como ya expuse, los de la sexta parte son textos directamente inspirados en la vivencia de la enfermedad y muerte de mis padres; si bien su factura pudiera hacerlos extrapolables a cualquiera ser humano que haya vivido experiencias semejantes.





MEDITERRÁNEA.                                                      HOMENAJE A CATULO.


Me es grata esta soledad y me es caro                    Jamás gusté, Lesbia, del oro de las uvas
el silencio que conduce al secreto                            con un sabor semejante al de tus labios,
de mi insignificancia.                                               ni de las naranjas el azúcar de su jugo
alejado de la miseria ajena                                      en los gajos paralelos que me incitan
y enfrentado a la propia.                                          a posar en tu boca la mía urgente.

Desde mi atalaya de sal diviso                                 Mas, he aquí que bebo y no me sacio.
los navíos sobre la banda azul                                 Y si, sabrosa, tu fuente me regala
del horizonte y, en la tarde pacífica,                         el licor abundoso a que doy tregua,
la luz estalla en la cal de las piedras                        ¿no he de esperar, Lesbia, que permitas
hasta cegar mis ojos.                                              a quien deambula por las calles sin sosiego,
                                                                             adentrarse en el umbral que así promete?
Nada extraño perturba esta brisa
ni el concierto de las olas amantes
que besan con dulzura                                                         José Antonio Sáez.
las arenas rendidas a mis plantas
y un rubio sol fecunda con sus rayos.

Confinado en esta ínsula
donde nidifican los cormoranes,
tan solo el cielo y el agua me sostienen.
No anhelo nada más.
Me instalo aquí para esperar la muerte.



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