miércoles, 14 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Liturgia para desposeídos".



Uno de los suplementos literarios de prensa más abiertos y libres de las últimas décadas ha sido, sin lugar a dudas, "Papel Literario", del Diario Málaga-Costa del Sol, bajo la dirección de José García Pérez. En los círculos literarios del momento se palpaba la necesidad apremiante de una publicación periódica que diese cabida a las muy diversas inquietudes y opciones estéticas que se estaban dando en la comunidad autónoma andaluza y en todo el país, a pesar de la visión reduccionista y monopólica que algunos críticos, editores y poetas se obstinaban en imponer. Esa ventana abierta a una literatura plural es lo que vino a representar, como digo, "Papel Literario", bajo cuyo amparo vinimos muchos a acogernos para dar a conocer nuestras reseñas críticas o nuestra propia obra. Y metido en estos quehaceres fue como vine a conocer a José García Pérez, hombre polifacético que, tras haberse ocupado experiencias varias, irrumpió con entusiasmo en el mundo de la literatura y vino a significarse por una labor beligerante y crítica con respecto a la "oficialidad" dominante.

Dirigía él, tras Ignacio Caparrós, la colección de poesía "Puerta del Mar" en su segunda etapa (1998-2001), dependiente del Centro de Ediciones de la Diputación Provincial de Málaga, y su gestión al frente de la misma, en los años en que tuvo opción, dio entrada a muchos poetas valiosos, cuya obra no venía obteniendo la consideración pública que merecía. En esa colección, gracias a su generosidad y con el número 60, vino a encontrar acogida el que fuera el sexto de mis títulos, Liturgia para desposeídos, al que considero uno de mis mejores poemarios. En ella publicaron sus libros poetas tan significativos como el zamorano Jesús Hilario Tundidor, tan admirado como respetado por muchos de nosotros, Domingo F. Failde, Manuel Gahete, Antonio Enrique, Francisco Morales Lomas, José Sarria, Francisco Peralto y un largo etcétera que integra 22 nombres y títulos.

El poeta José Lupiáñez, muy afinado crítico además, tuvo a bien escribir el prólogo para esta entrega y lo hizo con un estudio que abarcaba toda mi trayectoria literaria hasta ese momento y con la perspectiva que podía tenerse de la misma, tras los cinco títulos anteriores. Sitúa él mi obra dentro de las poéticas del desencanto, "tan frecuetes en el panorama de la última poesía española" (p. 9) y hace referencia al pesimismo existencial, los referentes bíblicos, el paisaje y la condición humana como constantes de mi discurso lírico. Probablemente sea el suyo uno de los mejores y más pormenorizados trabajos que se hayan escrito sobre mi obra poética publicada hasta el año 2001. De su mano, de la profesora de la universidad de Salamanca Carmen Ruiz Barrionuevo (a quien dediqué el libro) y de la del poeta onubense Manuel Moya, quien me prestó las citas para encabezar las tres partes del libro, quise ir en esta aventura que ambicionó ser solidaria y provocar en el autor una salida de sí para caminar hacia los otros.
Tres partes conforman la estructura de la obra: "Don de lenguas", "Liturgia para desposeídos" y "Parábola de los durmientes", de doce poemas cada una y con un total de 36 textos. Siempre lo supe como uno de mis libros más elaborados y trabajados, más logrados, por tanto, y también más sanamente "ambiciosos".

ORIGEN DE LA MATERIA.


Cuerpo vencido por el amanecer.
Te abres al día envuelto en los sudarios
con que cerca la noche tus pupilas heridas.
Ya no rozas el aire. Y van las sábanas
buscando unas briznas de nieve,
un coral encendido que incendiara las aguas.
Cuerpo impoluto, suspendido
en el espacio abisal de los taludes,
señuelo de blancura en el alba
que agota, yacentes, los silencios:
si alzado en cruz en el espacio abierto,
si desnudo en el fulgor, eres el día
que avanza decidido hacia lo alto
como relámpago que quiebra las tinieblas.
Eres el triunfo que señala al origen
de una luz verdecida, donde la carne 
gozosa pudo albergar un templo.
Cuerpo glorioso, incorruptible, altivo, 
himno del sol que ciega en el ocaso,
antorcha perdurable que arde entre los astros.
Eres el cosmos mismo, germinal y fecundo.
Alba del universo. Alfa y omega.

                 José Antonio Sáez.



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