miércoles, 30 de enero de 2019

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS.






   Vivimos días de incertidumbre, de desasosiego y hasta de aflicción. Los medios de comunicación, en su afán por alcanzar índices de audiencia cada ver mayores, se confabulan a diario para tenernos al día de la saga de los horrores que tienen lugar en nuestra sociedad y en el mundo. Algunos telediarios no son sino crónicas de sucesos, cuanto más escabrosos e impactantes mejor. De esa manera aleccionan y acostumbran a su público a desayunarse, almorzarse y cenar con una buena dosis de horror y de sangre cada noche y a la hora de irse a la cama. Desafortunadamente, el mundo anda envuelto en un totus revolutum y en un "cuanto peor, mejor", que dicen algunos frotándose las manos con lo que esperan por ganar. "Esto ya no hay quien lo pare", se regodean otros con satisfacción.
   A nadie se oculta ya que vivimos un cierre de ciclo o de época y la incertidumbre que nos acosa se debe en buena parte a que no vislumbramos con claridad qué va a ser del futuro de este planeta y hasta de la misma especie a la que pertenecemos. Antes de que eso llegue, querríamos asegurar un futuro de paz, trabajo y esperanza para nuestros hijos en este mismo planeta que ahora habitamos. Titubeos, zozobra, indecisión e indefinición nos acosan por doquier, demagogia y oportunismo falsario de quienes no ansían otra cosa que su propio provecho, sacar ventaja de una situación que nos ensombrece el ánimo ante el panorama de oscuridad que parece vislumbrarse.
   Pero también parece estar claro que es el ser humano quien elige el sendero que ha de seguir y los cambios que deben conducir sus pasos para alcanzar cotas de justicia, solidaridad y bienestar para todos, incluyendo el cuidado de esta casa común que habitamos y que es nuestro planeta. ¿Acaso no nos imaginamos ya a nuestros congéneres formando colonias humanas en otros planetas o satétiles? ¿Quiénes serán los que puedan viajar y quiénes deberán permanecer el este malhadado planeta? Si damos vueltas a la imaginación, podemos llegar hasta donde ella nos lleve, incluso a los paisajes de la desolación y el caos que el cine, que en tantas ocasiones actúa como otro instrumento de propaganda y difusión del terror o la desesperanza, se encarga de difundir con estadísticas millonarias de espectadores y beneficios económicos que engordan las arcas de multinacionales y productoras.¿Quiénes podrán pagarse los viajes del futuro fuera de nuestro planeta o quiénes los tratamientos médicos, extraordinariamente costosos, que puedan sanar las nuevas enfermedades? Las compañías farmaceúticas no reservarán sus medicamentos sino para aquellos que puedan pagarlos y ya se sabe que lo suyo es cronificar enfermedades, más que curarlas.
   ¿Cómo sentirían las gentes de la Edad Media el final de su época y las del Renacimiento la suya? ¿Serían conscientes de que un nuevo tiempo amanecía con la aurora del sol que estaba por asomarse en el horizonte? La Noche de los Tiempos supone una amenaza en las mentes y en los corazones de los hombres. Pero aún disponemos de libertad, inteligencia y voluntad para trazar nuestro propio camino y ser dueños de nuestro destino.


                                                                                  José Antonio Sáez Fernández.


jueves, 10 de enero de 2019

EL PODER Y LOS MEDIOS.



Fotografía de Dorothea Lange.



Suele decirse que los objetivos principales de la televisión y otros medios audiovisuales (emisoras de radio incluidas) son los de informar, entretener y educar. Si analizamos esos confesados objetivos, a la vista está que la televisión se ha convertido hoy en un instrumento de poder y dominación del capital y las ideologías, un instrumento puesto al servicio de control de la información y, por consiguiente, del control de las mentes; eso que eufemísticamente se califica de “creación o formación de la opinión pública o fomento de corrientes de opinión”. 

Tampoco parece muy cierto que el objetivo primordial de la televisión y otros medios audiovisuales sea el de entretener (más propio sería el término “anestesiar”), a pesar de que este sea confesado, venga o no a propósito cuando conviene sacarlo a relucir. A nadie se oculta ya el gran poder de influencia de un medio al que los empresarios confían sus campañas de márketing y con el que políticos y banqueros coquetean, pasándoselo de mano en mano, según las circunstancias, “como la falsa moneda”. No estamos, pues, ante un medio de información, entretenimiento y educación desinteresado, sino todo lo contrario; se trata del medio más poderoso para controlar las mentes y las conductas ciudadanas, además de conducirlas y encarrilarlas de acuerdo con unos intereses concretos. 

La ideologización de la población, está presente hasta en las más mínimas manifestaciones de estos medios controladores y controlados. Quienes controlan los medios de comunicación son los Consejos de Administración de los mismos y los grupos empresariales o ideológicos a los que estos pertenecen, lo cual se tiende a ocultar siempre que se puede para no despertar suspicacias por parte de sus consumidores. Sólo un ciudadano bien formado sabe distinguir el terreno que pisa y tiene fijada su propia opinión sobre los asuntos que le conciernen y configuran una realidad que otros intentan manipular en su beneficio. Ciudadanos críticos y bien formados hacen libres las sociedades en las que se integran. Lo demás son seres anestesiados, cloroformizados y dispuestos a ser llevados como ovejas al matadero. Pero este tipo de ciudadanos críticos son muy incómodos para el poder, que los prefiere dóciles y asilvestrados, e intenta que todos comulguemos con ruedas de molino.


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.