domingo, 11 de diciembre de 2011

Compañeros de viaje: "Libro del desvalimiento".


   Entiendo que los cuatro primeros títulos de mi trayectoria poética cumplimentan la primera etapa de mi obra (1983-1995), pues con Libro del desvalimiento (1997) se produce una suerte de quiebra en la continuidad que suponían aquellos cuatro poemarios de los que ya he dado cuenta aquí: Vulnerado arcángel (1983), La visión de arena (1987 y 1988, en su 1ª y 2ª edición), Árbol de iluminados (1991) y Las aves que se fueron (1995).
   Y si se produce con él esa "quiebra" que apunto, es lógico suponer también que o se cierra o se inicia una nueva etapa de mi trayectoria lírica. Utilizo la palabra trayectoria porque yo estimo mi obra como un proceso evolutivo que ha ido enriqueciéndose con la experiencia vital y la maduración personal. Toda vida humana es búsqueda y camino, cambio y crisis continua. También toda obra de creación supone la misma exigencia: obra en marcha, pues. Así, al menos, lo he creído yo y así he procedido en consecuencia a lo largo de estos casi treinta años.


El poeta José Lupiáñez, que realizó un balance crítico de mi obra con motivo de la publicación del sexto de mis títulos, como ya se explicará más adelante, entiende que este quinto libro debe ser incluído en la primera etapa de mi poesía, poniendo fin a ella. Yo fui conciente de esa suerte de "ruptura" que se produjo en mí, tanto en lo personal como en lo literario, y señalo a este Libro del desvalimiento como el que la refleja.
El poemario se publicó en la colección "Batarro", cuando cumplíamos ya el décimo aniversario de su relanzamiento. Lleva un prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca e hija del poeta jerezano, también profesor de la misma universidad, Juan Ruiz Peña; cuya amistad (la de ambos) he aprendido a valorar como un privilegio que me ha deparado la vida. 

 

A la correspondencia de Ruiz Peña con Jorge Guillén, gracias a la generosidad de la familia del primero, dedicamos un monográfico de la revista "Batarro" que supuso una de las entregas señeras de la publicación y de la cual lanzamos dos ediciones, la segunda en nuestra colección de ensayo. Tanto la edición, como el estudio preliminar y las notas estuvieron a cargo de Pedro M. Domene y José Antonio Sáez. Fue impresa en los talleres de artes gráficas Grafiper, de Málaga, bajo los cuidados de Francisco Peralto (a quien se debe el collage de portada) y de sus hijos Carmen y Rafael. 
Libro del desvalimiento es, como apunté, un poemario de quiebra, de fractura. Se trata de poesía existencial, sin duda, ya que su temática está vinculada al desamparo humano frente al dolor y al fracaso que toda vida abocada a la muerte, supone. En medio de ese estado, la figura del hijo se alza sobre los escombros del presente para aportar esperanza y sentido al devenir humano. La estructura de la obra es sencilla, pues consta de dos partes de 28 poemas cada una, como si se tratara de un libro abierto en su mitad o un ciclo lunar. Hay mucho dolor y mucha verdad en este poemario. De esa sinceridad con que fue escrito doy fe aquí.


DE CÓMO EL POETA, ESTANDO UN DÍA AFLIGIDO,
        ESCUCHÓ EL CANTO DE UNA AVECILLA
                     QUE LE RECONFORTÓ.


¿Quién es aquél que así templa el laúd
y hace sonar las cítaras dormidas?

Oculto en el ramaje, galán de la arboleda,
va soltando sus trinos que suenan al oído
como notas surgidas de un dorado instrumento.
                                                                                              
¡Cómo eleva tu música, trovador de espesura,
y cómo en lo más hondo mana allí incontenible,                   
en el agua que llora, la herida que perdura
oculta y renovada, fluyendo en mi costado!

Vienes a este confín de mi tristeza sola,
regresas al lugar de mi desesperanza,
delfín silbador, tronante como un clarín
que ensordece los tímpanos y la tarde corteja
en sonidos vibrantes de la umbría gozosa:                           
¿qué piruetas registras, levísimo en el aire,
de flor en flor que ciega, de besos que licúas
y en ramas que figuran como claves de sol?

Eres un pentagrama que llega en oleadas,
un perfume de nardos que afligidos suspiran,
un rosario de trinos, una fuente del canto                                      
surgida de una lágrima, renovada y perfecta.
                                                                                            
¡Con qué dulzura llegas e invades mis adentros,
vencedor de la sombra, de mi melancolía,
arcángel diminuto, levísimo en el aire!.

                 José Antonio Sáez.






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