viernes, 8 de mayo de 2015

DEL LIBRO DE LOS PROVERBIOS (VII).





31.

Quiéreme mientras cae la noche sobre tus pupilas iluminadas. Dime que me quieres y obrarás en mí el milagro, al igual que actúa la luz en las flores inclinándolas al calor del sol. Dime que sí, que hay amor en tus manos y calor en tus brazos para alejar los oscuros presagios de mi corazón dolorido. Dime que has conquistado las almenas de mi atalaya, extendiéndote sobre mí, prolongándome; ay bienaventurada. Dime que han madurado las cerezas y que vienen los pájaros cenicientos a picotear la púrpura de mis lívidos labios, los cuales sólo tú besas con veneración.



32.

Llorara yo sobre tus hombros. Regara con mis lágrimas tus manos. Diera rienda suelta al lacrimal, abriera sus compuertas. Y vinieras tú a derramar sobre mí la ternura de antaño, secando mis mejillas con tus dedos temblorosos, donde laten apresuradamente los corazones diminutos de los pájaros ausentes. Vinieras tú a recoger mis piezas rotas, puzzle yo al que tu alma se ha empeñado en recomponer. Vinieras y extendieras tu mano para erguir al caído, aquel que ha sido arrojado al polvo de todos los caminos por los sicarios pagados por su enemigo.



33.

Dime “amor”. Di “qué tienes, amor”. Di que ha irrumpido la luz por un ángulo de la habitación en penumbra y que se te han iluminado las manos para la caricia. Di “incorpórate, que llega el día y hemos de salir a la calle a compartir nuestra dicha”. Di que están en flor los cerezos y tienen los almendros en sus ramas, cuajadas, las allozas. Dime que salgamos al aire y pisemos la hierba húmeda con los pies descalzos. Anda, dime que sigamos el canto de los pájaros, ocultos en la arboleda, y que se entere el cielo de que no morirá nuestro amor cuando tú y yo muramos.



34.

De nuevo, extendiendo tu mano, me invitas al baile. Eres la danzarina que cautiva y fascina. Cuando giras en el aire, invicta y triunfante, recojo tu requiebro; alta e inmortal criatura, de gracia revestida por la pálida luna que se mira en las aguas, tal si no fueras de este mundo. Alto cisne que iluminas el estanque dorado, deslizándote por el cristal que ha de ser tu espejo; mientras tu cuello me interroga, como al ilustre poeta de Metapa.



35.

Por amor se perpetúa en la luz la creación entera. Por amor se yergue de la tierra el maltratado y el caído, y por amor alzamos nuestra copa de oscuro vino hasta los labios que sorben su color violado. En amor los bosques y los ríos, en amor las sierras y las cordilleras nevadas, en amor los cauces de las ramblas, en amor las veredas, los caminos, los altos senderos y las cárcavas. En amor tú y yo, recreando el universo, engendrando de nuevo el origen primero en que nos fundamos. En amor elevamos nuestro cántico y lo repiten después los segadores y aquellos jornaleros que regresan, cumplida la faena en los viñedos.



                                                                        José Antonio Sáez Fernández.
          

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