miércoles, 29 de junio de 2016

INMORTALES.




                                                            A la memoria del doctor don José Antonio García Ramos
                                                                        (Fines, Almería, 1946 - Albox, Almería, 2016).


  Has de saber que no estamos hechos para la muerte, aunque seamos sólo polvo conmovido, aunque seamos sólo polvo emocionado, polvo vibrante, motas de polvo esparcidas en el aire, adheridas al paño húmedo, polvo que se posa en el cristal, sobre todas las cosas. Los de la especie humana somos gentes convocadas a la vida, no al letargo, y la vida es sangre que circula, pasión, desasosiego, esperanza y deseo que vibra abriéndose al sol, semilla al germinar de un nuevo día.
   Mírate, pues eres barro que se yergue sobre sí y camina, alzado de su postración. Y eres greda puesta en pie que se desplaza con el puño en alto y regurgita el alimento que sólo el copero sirve a los dioses. Tú estás hecho a imagen y semejanza de Dios y eres, por eso mismo, inmortal; porque los dioses son eternos y tú eres un pequeño dios que se afana en salir al camino, en echarse al camino, en ser camino que se pierde indefinidamente hacia el mar.
   Nada surgido del amor puede ser caduco o perecedero, nada fugaz o efímero. Mírate las manos: son las manos alfareras que te dieron forma y que te modelaron. Con ellas puedes crear y ser un dios. Con ellas puedes ordenar el universo, acariciar, infundir calmar, sosegar o hacer girar los planetas, crecer hacia el cielo o juntarlas y orar, enjugando tus lágrimas. Eres definitivamente grande. Ve que llegas a la altura del cielo si te estiras, que tu medida es la de todas cosas. Ve que eres un dios que no renuncia  a su naturaleza ni a su ser inmortal.
   Ahora sal a la plaza y grita lo que te ha sido revelado, pregónalo en el ágora, frente a los soportales, en la plaza pública o en el mercado. Expónte a ser abucheado, pero grítalo a los cuatro vientos. Vocéalo a voz en cuello para que nadie quede sin oírlo o hasta que la muerte muerda su propia dentadura y trague su propia ponzoña la serpiente sinuosa.

                                                                                              José Antonio Sáez Fernández.





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