sábado, 25 de junio de 2016

CERVANTES: IV CENTENARIO.




                                                                                Cervantes vive: don Quijote no ha muerto.

   Avanza el año 2016 en que celebramos el cuarto centenario del fallecimiento del escritor  Miguel de Cervantes Saavedra, gloria de las letras hispanas. A día de hoy, al menos que yo tenga conocimiento de ello, nuestras autoridades políticas, nuestras instituciones culturales y académicas, nuestros escritores e intelectuales de mayor rango no han venido celebrando esta efemérides en la forma en que hubiera sido digna de tal nombre. Probablemente todos tendrán serias razones para justificar lo que considero injustificable y es que España, aunque no se considere acertado decirlo, es un país significativamente triste, pese a las etiquetas y tópicos con que desde dentro y fuera quieran obsequiarnos.
   Ojalá estuviera equivocado en mi reflexión, pero creo que las razones de esta falta de entusiasmo en la sociedad española por celebrar una fecha tan significativa para la lengua y la cultura de esta nación son graves y profundas. La primera es la perniciosa ignorancia y el desconocimiento que los mismos españoles acreditan respecto a la figura y la obra de un escritor que viene siendo considerado, en el transcurso de los siglos, como la aportación más relevante de las letras hispanas y la cultura española a la cultura universal.
   La segunda es, a mi juicio, la desidia y el desinterés manifiesto por parte de nuestros gobernantes, de las instituciones culturales públicas y privadas para hacer valer o poner de relieve un patrimonio cultural que debiera considerarse como inmarcesible, tal es el valor del legado que la persona y obra de Miguel de Cervantes Saavedra debieran significar para los españoles y para el mundo. Los españoles, no se olvide, “somos los hijos de Cervantes”, según dejó dicho el ilustre historiador Américo Castro. Y esta última afirmación supone para mí, nada más y nada menos,  que todos nosotros siempre estaremos en deuda con un escritor que tan fielmente reflejó en su obra la sangre y el espíritu, el ser y el significar, el carácter y la personalidad, la grandeza y miseria de nuestra nación; así como los de todos aquellos que en el pasado y al presente formamos parte de ella.

   La tercera razón puede que me aflija y me preocupe aún más que las anteriores, y es que esta desidia de que hablo supone, desafortunadamente para todos nosotros, la quiebra en el mundo y la sociedad española de hoy de los valores que los universales personajes de don Miguel de Cervantes suponen. Esto que digo me parece francamente lamentable, pues para que nadie se confunda, aclararé que me estoy refiriendo a que los valores que representan los personajes cervantinos, que son fiel reflejo del ser y el estar, así como del devenir de nuestro país en la historia contemporánea, han entrado en crisis; si es que no se debaten en franca decadencia para nuestro infortunio y descrédito. Perdóneseme esta afirmación, quizá para algunos demasiado atrevida. La quiebra de los valores representados por los personajes cervantinos, supone para mí  tanto como afirmar que la crisis que actualmente sufre nuestro país y gran parte de la humanidad no es sólo económica, sino mucho más grave, profunda y nociva, ya que afecta en sus mismas raíces a la negación y al descrédito de lo que la cultura y el ser español han venido representando para el mundo. España no significaría gran cosa para el mundo si no fuera por su historia, por su lengua y por su cultura; así como por los valores que nuestro país representa para la Humanidad. Perder nuestras señas de identidad, renunciar a esos valores que se han ido forjando generación tras generación conformando el ser español supone, en muy buena parte, renunciar a ser nosotros mismos, mentirnos y traicionarnos al negar nuestra propia razón de ser. Valores de nobleza y lealtad, esfuerzo y sacrificio, idealismo y realidad, vitalismo y fatalismo, rebeldía y resignación, generosidad y solidaridad, justicia y picaresca, improvisación y voluntad, imaginación y heroísmo, compromiso y dispendio, creatividad e ingenio…; esa amalgama, digo, de valores y de señas de identidad, unos positivos y otros no tanto, pero sin duda nuestros, son los que deben enseñarnos a proceder en el devenir de la historia presente y futura. De ellos debemos aprender a conservar lo bueno y permanente que nos aportaron y a desechar lo negativo por pernicioso y nefasto, que también lo hay. Esos son los valores que los personajes de Cervantes representan, ellos son los que han conformado el ser y el representar de España en el mundo y esos mismos son los que corren por la sangre de todos y cada uno de nosotros. Defendamos la autenticidad de nuestros valores ante el mundo, no renunciemos a ellos, no los neguemos ni nos abochornemos por ser como somos en un mundo y una sociedad cambiantes, a los que sin duda hemos de adaptarnos. Que esos valores nos sirvan siempre para ser mejores personas, españoles orgullosos de serlo y dignos ciudadanos del mundo. 



                                                                       José Antonio Sáez Fernández.


(Texto leído como presentación del homenaje tributado a Miguel de Cervantes en el I.E.S "Martín García Ramos", de Albox (Almería), el día 15 de junio de 2016, con motivo de cumplirse el IV centenario de su fallecimiento).

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