La especie humana ha entrado en la dictadura de las nuevas tecnologías,
detrás de las cuales no hay, en buena parte, sino fuertes intereses económicos, políticos e ideológicos;
control y dirigismo por parte de las todopoderosas
multinacionales, sometimiento sin discusión a sus dictados.
Ordenadores, teléfonos móviles, tablets, e pads, internet, redes sociales… Las
nuevas tecnologías son el bocado apetitoso, el pastelito envenenado cuyo sabor
nos engolosina. Se trata de enseñarnos a vivir, de inducirnos hacia formas de
vida a las que no podemos negarnos y que se imponen por la fuerza de su
evidencia, de sus innumerables ventajas. Una evidencia que resulta un tanto ficticia, en efecto,
pues su contrapartida resulta atroz. Todos nosotros somos y seremos,
como nuestros hijos y nuestros nietos, víctimas de ese dirigismo de las nuevas
tecnologías que, bajo la apariencia de facilitarnos la existencia de inducir al
progreso, no persiguen otra cosa que no sea controlar nuestras vidas, dirigir
nuestras conciencias en aras a unos ingentes beneficios económicos. Todo está
previsto y programado. Ellas saben muy bien hacia dónde nos quieren llevar y
nos están llevando. Nosotros, todos nosotros, barrenderos y presidentes de
gobierno, reyes, papas y emperadores, poetas y profesores, oficinistas y hombres
de a pie, no somos más que marionetas en sus manos. Quizás no seamos ni
siquiera eso. Ellas nos inducen a seguir sus prácticas y dictados en las nuevas
relaciones sociales que nos han impuesto. Ellas nos conducen a la nueva
realidad virtual que nos fascina y habrá de fascinarnos aún más en un futuro inmediato. Ellas diseñan nuestro presente y nuestro porvenir y nosotros nos limitamos a seguir sus
instrucciones.
Pero muchos seres humanos se sienten cada vez menos libres, menos
comunicados, más manipulados, aislados, observados de cerca y controlados. En
efecto, van haciendo de nosotros lobos solitarios, aumentando la desconfianza y el recelo. Aun así, los beneficios de
las multinacionales siguen creciendo hasta el infinito y tendremos
la sensación virtual de que esto es progreso y de que estamos inmejorablemente comunicados. Inexorablemente, todos vamos cayendo en la trampa. No es posible
evitarla. Mas la intención es aviesa y pocos son los que alzan su voz contra
esta nueva suerte de dictadura incruenta que, posiblemente, esté llevando a la
especie humana a un callejón sin retorno: El nuevo orden mundial, la dictadura
de las nuevas tecnologías, la nueva realidad virtual o en tres D, la globalización…
La estupidez perfecta. Se persigue el ser asilvestrado, el perro de Pavlov, los
cerebros de serrín descerebrados, el ser desierto, la despoblación de la
dimensión intelectiva, el descrédito de la reflexión, del conocimiento y de la
crítica. Desprestigiando el saber (¿Para qué esforzarse en conocer si toda la
información está en la red?). Hemos entrado en la alfabetización del siglo XXI. Porque
caminamos hacia el dirigismo de la sociedad del bienestar bajo las señas del
progreso. Algunos hemos encendido las señales de alarma y estamos en alerta
roja porque día a día comprobamos cómo sucumbimos implacablemente arrastrados
por las todopoderosas multinacionales de las nuevas tecnologías en la era de la
globalización, de lo que bien podría suponer una suerte de esclavitud colectiva para nuestra especie. Se trata de romper, de fragmentar, descomponer la persona, de astillarla y reducirla a la dimensión de un puzzle cuyas piezas encajan de la manera que se ha dispuesto con sevicia. Se facilita así el control, la nueva esclavitud invisible de la humanidad
y de los seres humanos. Bienvenidos al postcapitalismo de guante blanco.
José
Antonio Sáez Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario