sábado, 27 de febrero de 2016

ANIVERSARIOS (Homenaje a Cervantes).


"La noche de don Quijote", Mariano Villalba, 2005.


  Ve cómo, en ensillando mi caballo y tomando en las manos mis bien medidas armas, me dispongo a recorrer los caminos del mundo casi sin ningún pertrecho. La soledad me ha elegido a mí y yo la he elegido a ella, a sabiendas de que juntos habríamos de hacer buena compañía. He desechado cualquier apoyo humano, pues el verdadero viaje iniciático es aquel que se realiza en soledad. Ve que parto dispuesto a aprender de cuanto me deparen vida y experiencia y, ya que nada tengo que perder, salgo dispuesto a recibir más lanzadas que las que sea capaz de propinar a mis posibles contrincantes, los cuales han de venir a mi encuentro, soberbios y descomunales, por todos los caminos que me dispongo a recorrer. Bien pertrechados ellos, iré yo enhiesto sobre mi rocín y cuando Febo tenga a bien alancear con sus rayos mi armadura, entenderá que es ella y no yo la que lo deslumbra; a saber, por el rigor de su pulimento y limpieza, que varias jornadas me ocupó...
   Más de diez días ha que me interné en las montañas de esta desdentada sierra y no he hallado criatura humana con quien cruzar pudiera palabra alguna, ni hospedaje en donde recobrar las fuerzas y el aliento. Muchas horas son las que cabalgo a diario a lomos de mi rocín y sólo he podido ver algunas alimañas huidizas que atisbaban curiosas a mi paso, porque has de saber, lector amigo, que soy el que va de paso. A veces, mientras duermo al raso de la noche, un zorrillo que ha dado en seguirme, y que aparece y desaparece como los Ojos del Gudiana, se acerca a mí en busca de sustento, pues es año de extremada sequía y el alimento debe andar escaso. Grata me es su compañía y, en ocasiones, intento ganármelo acercándole al hocico un trozo de tocinillo que ya comienza a enranciárseme y que para él ha de constituir un manjar delicioso, a juzgar por cómo lo devora.


"Don Quijote de la Mancha", Antonio Saura, 1987.


   Perdido y deambulando por aquella sierra anduve demasiados días, unos por guarecerme del sol abrasador entre sus pinares boscosos, otros por escuchar en canto de las aves que me son tan queridas, y los más, en busca de hierbas sanadoras que he de utilizar para curar las heridas que hayan de sobrevenirme en este largo caminar al encuentro de mí mismo. Arde en mi pecho el ansia de aventuras, pero hasta el momento no he conocido otra cosa que soledad y apartamiento del mundo. Desabridas y demasiado alejadas han de parecer a mis semejantes estas alturas, pues con tan poca asiduidad las frecuentan. A mi parecer, harían bien en considerar la conveniencia de gustar más a menudo de este apartamiento, el cual tanto bien hace al espíritu forjando el temple. Agradezco el limpio aire que respiro, a los ríos y arroyos su agua; al sol su calor y, al cielo, su azul durante el día; así como a las estrellas su corona que ilumina en la noche mi oscuridad. Al silencio, su mutismo. No hago otra cosa que llenar mi espíritu de naturaleza y agradecido me muestro hacia su Creador que me protege de insidias y peligros sin cuento.

                                                                      José Antonio Sáez Fernández.


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