martes, 9 de junio de 2015

PLIEGOS DE CORDEL: CANTAR DE CIEGO.






Dime si tienes brillo en la mirada y te diré si andas en amor, pues no hay jardín sin flores ni mocita sin amor.
La niña languidecía y no probaba bocado. Su ausencia la delataba en la mesa y no dormía. Allí fueron los galenos a dictaminar su mal, que de la melancolía nombraban. Mas a su padre dijeron que otro origen escondía su pesar. Preguntara él a aquella que más quería, a aquella por quien languidecía, el motivo de su mal y estas palabras dijera:
- ¿Qué tienes, hija mía? ¿Qué apena de ese modo tu alma que sólo con mirarte mi corazón atraviesas con la daga de tu postración? Sabe que tú eres la alegría de mi vejez y la de tu madre compungida. Si al menos me dijeras qué sombra es esa que de tal modo te aflige y enluta la nevada alondra de tu rostro...
La niña no decía nada, no quería responder. Pero pronto las lágrimas resbalaron por sus mejillas y el corazón de su padre se quebró. Quiso entonces él abrazarla y ella en él se dejó.
- ¿Por qué lloras, hija mía? Me rompes el corazón.
- Padre, ayer cuando paseaba, un joven me cautivó. Era alto y espigado, su sonrisa era una flor; sus miradas eran saetas del Arquero del Amor. Ahora muero por verlo y no soporto este claustro donde me siento encerrada. Ágil como el cervatillo es, que trisca de risco en risco, y era doncel muy apuesto en el vuelo del halcón. Mi corazón me robaron su prestancia y su elegancia. ¿Quién no muriera de amor?
Lo mandó llamar el padre, al joven que enamoró a la niña de sus ojos, aquella que tanto amó. Así hablaba el anciano, así hablaba y habló, el del corazón partido por la hija de su amor.
Regresaron de su búsqueda aquellos a quien mandó y nuevas tristes traían al padre y a su señor: el joven que ella quería muerto en la calle se halló. La niña que suspiraba entre requiebros de amor, del llanto pasó al balcón y del balcón a la calle, hasta donde se arrojó.
El padre no halla consuelo, ni la madre lo buscó, ni yo desde que lo supe que, aunque la luz me cegó, los lloré y voy refiriendo la historia de dos que amaron y la muerte separó.


                                                                                    José Antonio Sáez Fernández.




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