jueves, 4 de junio de 2015

FLUJO DE CONCIENCIA.







  Toma mi corazón. Toma mi mano. Aquí tienes mi alma. Esta es la orfandad de mi corazón, la orfandad de mi mano, la orfandad de mi alma. ¿Quién las recogerá en esta hora oscura de un mundo que camina hacia la autodestrucción y la deriva? Hemos erigido becerros de oro en cada calle, en cada esquina, en cada casa, en cada ciudad y en cada pueblo y los hombres han enloquecido. Pareciera que un dios venido a menos ha confundido sus mentes, que no sus lenguas, extendiendo un virus letal que los va consumiendo por dentro hasta arrasar todo resquicio de cordura. "Justicia es lo que pido, amigo Sancho, y no caridad". Estamos ante el precipicio y nos miramos en él como en un espejo. Sentimos su llamada poderosa e irresistible. Sólo hay que lanzarse a él para vencer el vértigo. "Esta es la hora crucial del mundo", gritaba el augur y repetía el profeta frente a sus seguidores, al pie de una loma. Algunos dijeron que había perdido el juicio, que era el mensajero del Apocalipsis y que sus palabras no merecían el menor crédito. Eran aquellos que se lucraban de cuanto se recolectaba.
   Ve que blanquean mis pies descalzos por el polvo del camino. He llegado hasta aquí recorriendo los caminos del mundo y ve también que voy desprovisto de alforjas para el viaje. No tengo otras ropas que las que llevo puestas: estos son los cueros que cubren mi vergüenza. Allí donde hay un río me sumerjo en sus aguas y, donde una playa, me adentro en el mar. En la noche, la luna riela en las aguas dormidas e inunda el corazón de calma. Por todas partes he ido dejando mi mensaje y ahora llamo a la cordura de los hombres para gritar que la solidaridad o el caos, que la justicia, la tolerancia y el respeto o el exterminio. Que vestir al desnudo, dar de beber al sediento y de comer al hambriento no son cuentos pasados de moda ni deben atañer a otros. Que dar posada al peregrino, perdonar las injurias y corregir al que yerra no son historias de gentes desalmadas y manipuladoras. Y aquí me quedo, porque hasta aquí he llegado sin que nadie me escuche, sin que nadie me lea y sin que nadie se dé por aludido. Ni siquiera yo mismo. Quedó escrito en un diario: "Don Quijote ha sido apedreado esta mañana, a las ocho menos cuarto, y su escudero puesto en fuga, después de recibir una soberana paliza que lo habría dejado malherido. Algunos hasta portaban maderos para crucificarlo. Las autoridades no pudieron hacer nada para evitar el linchamiento".


                                                                              José Antonio Sáez Fernández.


  

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