lunes, 20 de febrero de 2012

La segunda época de la revista "Batarro" (VI).



 
Y dimos el gran salto. Fue en el número 5-6 (enero-agosto de 1991), con motivo de la celebración del cuarto centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, patrón de los poetas españoles, el más perfecto de los poetas, el gran místico, aquél que escribió con palabras reveladas, vertiendo a lo divino los más encendidos versos de amor que la tradición literaria había puesto en sus manos. Corría, como digo, el año 1991 y el 14 de diciembre era la fecha señalada. No conozco ningún otro homenaje literario que pueda equipararse a aquel que rindió al santo carmelita una modesta revista de letras desde el valle del Almanzora, en la provincia de Almería. Y hay que decirlo así, porque así lo sentimos y así lo ambicionamos. Había un punto de audacia en el reto y no estaba exenta de riesgo aquella apuesta nuestra. Poetas por el Espíritu la llamamos y ahí queda. Por eso nos fuimos a presentar este número al Salón de Plenos de la Excma. Diputación Provincial de Almería e invitamos para aquel acontecimiento al poeta granadino Antonio Enrique, quien nos acompañó en esos días memorables. Algunas fotografías quedaron de aquella visita suya a Albox y a Almería.Yo redacté el preámbulo o manifiesto que introduce las páginas de esta entrega, el cual reproduzco aquí íntegramente:


                                                  POETAS POR EL ESPÍRITU

  
   En el cuarto centenario del fallecimiento de la más alta figura de la mística española, San Juan de la Cruz, donde la poesía lírica alcanza su más elevado sentido espiritual y estético; la revista literaria "Batarro" se honra en dedicar su número doble 5-6 a la conmemoración de tan señalado acontecimiento.
   Una decidida apuesta por la poesía de hondo contenido humano, solidaria y gozosa, que no evite las referencias a los problemas que preocupan, sacuden y conmueven al hombre de este fin de siglo es la que propugnamos. Un verso que sea capaz de decir con sobriedad y belleza, amabilidad y valentía cuanto haya de ser dicho. Imposible hoy una poesía de la evasión o de la huída, ajena a cuanto acontece.
   Pero, precisamente porque el hombre de nuestros días siente crecer en su interior los más vastos territorios de la soledad y el vacío, propagando el desamor sus más oscuros tentáculos por un corazón atrapado al que asfixiaron la superficialidad, el contacto epidérmico y la insaciable voracidad de las estadísticas; precisamente porque sabemos de un ser forjado a imagen y semejanza de su Creador, dotado de inteligencia, capaz de construir espacios donde la paz, el sosiego espiritual y la Belleza contribuyan, decididamente al nuevo renacimiento de una era que, auguramos, será para el Espíritu: en esa esperanza nos crecemos y en ella nos confirmamos.
   Frente a toda ocasión de muerte, afirmamos la vida. Frente a tan vastos territorios para el desamor, defendemos los más amplios espacios que el amor ocupa. Frente al aislamiento, la indefensión y el mutismo proclamamos hoy la comunión solidaria. Frente a la brutalidad, la insensibilidad y el menosprecio ofrendamos la flor amable de la delicadeza. Frente al ejercicio de la sinrazón hacemos valer la inteligencia, la imaginación y el diálogo.
   Poetas por el Espíritu viene a convertirse en una clara afirmación de la vida y supone el hermanamiento de cuantos creemos en un futuro de paz para el planeta y los que en él convivan. La poesía viene a ser, de ese modo, la "Llama de Amor" que nos convoca, un ejercicio de luz cedida a otras oscuridades que se crecen interiores; porque no hay mayor hermosura ni más espléndido caudal de íntima riqueza que la del ser humano.
   En ese convencimiento hemos conjuntado las voces que recoge este homenaje plural a la libertad, la inteligencia y la capacidad de creación, constructora y de amor que posee el hombre.
   Entiéndase así este anhelo de renovación espiritual que a todos requiere, que aúna y conjunta voluntades diversas. Del esfuerzo realizado dan prueba las páginas que siguen. Quede constancia, pues, del fuego interior que nos anima.





   Alrededor de cincuenta poetas firman otras tantas composiciones de este género, por lo que hacer explícitos nombres y títulos haría excesivo el recuento para el lector. Mas para que éste se forge una idea de la calidad de los textos, citaré algunos entre los más significativos: Francisco Bejarano, Alfonso Canales, Juan José Ceba, Ángel Crespo, Juan Drago, Julio Alfredo Egea, Antonio Enrique, Domingo F. Failde, Miguel Florián, Manuel Gahete, Diego Granados, Luis Jiménez Martos, José Lupiáñez, Francisco Mena Cantero, Andrés Mirón, Carlos Muñiz Romero, Antonio y Carlos Murciano, Francisco Peralto, Mariano Roldán, Juan Ruiz Peña, Concha Zardoya y un largo etcétera ( pido disculpas a quienes no mencioné por las razones antes expuestas). Cinco ensayos sobre el santo carmelita y la significación de su obra, - entre cuyos autores destacan los nombres de José Luis Campal, Agustín García Calvo: "Amor con miedo (de San Juan de la Cruz a Rab Sem Tob)"; Martín García Ramos: "La prosa de San Juan de la Cruz";  Nicolás del Hierro o José María Padilla Valencia-, se intercalan entre los poemas poniendo el necesario equilibrio entre el sentimiento de la expresión poética, más abundante sin duda,  y el pensamiento reflejado en los ensayos.
   Cabe destacar, de igual modo, la musicalización de la estrofa "Como vería de bella (El Génesis según San Juan de la Cruz)", texto de Diego Granados en partitura musical de Luis Bedmar Rodríguez, director de la orquesta "Ciudad de Córdoba"; así como la variación melódica a la misma estrofa que realiza José Parra Jiménez o la partitura del mismo Luis Bedmar sobre el texto "Un pastorcico", de San Juan de la Cruz, con que se cierra esta excepcional entrega de "Batarro", en la que no faltaron tampoco las ilustraciones; así la serie "Variaciones sobre la Noche Oscura", de Elías Guerrero. A Francisco Peralto, impresor de esta entrega, debemos también el extraordinario collage de la portada.
 



Un poema de Juan Drago en el número 5-6 de la revista "Batarro:


DESCENSO AL ANTRO.


   El oráculo estaba situado sobre una montaña, detrás de un bosque, en medio de un recinto de mármol blanco, adornado de obeliscos de bronce y en el que existía una caverna hecha por la mano del hombre, que tenía la forma de un horno, a la que no se descendía por escalera sino por medio de una cuerda.
   
                                              Oráculo de Trofonio.


A la hora en que se navegan los amantes
y los durmientes giran por meandros de sueño,
lento moja el rocío jazmines y malcomia,
el callar de las garzas, los frutos de la noche.

Llamado voy, mi corazón se inclina
a un galope que anhela la claridad del fondo.
Charrancito de playa herido de milano
van cayendo las olas en mis iris llovidos.
Crepita la madera, un viento se pronuncia
maldito y entrañable.

Bosque arriba mi lámpara, el rumor
de la túnica las brunas ramas mueve.
Azul de vuelo apenas de un leve rabilargo.
Espiral de paloma que a luna llena
imita. No saber. Verlo todo de un punto
que tremola,
y esta voz que no alcanza a sajar la penumbra.

Los obeliscos giran. Oscuro, solo intuyo
que si hay luz está en mí, que la senda
me cruza las vaguadas del cuerpo
y en mi frente hay un aura, el fulgor
de un secreto
                     ángel que se demora.
Y en mi espera me oculto como el lirio
en el lirio.

                        Juan Drago.

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