viernes, 17 de febrero de 2012

La segunda época de la revista "Batarro" (V).



 El número 4 de "Batarro" se corresponde con los meses de septiembre-diciembre de 1990 y en su portada figura una ilustración del pintor huercalense Diego Bonillo, profesor de Dibujo y director del IES "Cura Valera". En esta entrega colaboraron, además, otros ilustradores como Gabriel Mori y Antonio J. Rojas. La aportación más significativa que hicimos en ella fueron las cartas, hastas entonces inéditas, que Celia Viñas dirigiera a Gabriel Espinar, uno de sus discípulos más aventajados y predilectos, quien fuera catedrático de Literatura y también director del IES mencionado en Huércal-Overa. Él cedió generosamente esas misivas, las cuales dimos a conocer con una fotografía de Celia frente a un jovencísimo discípulo de 16 años. El mismo catedrático firma la nota preliminar que precede a los textos y en ella dice lo siguiente al referirse a la significación que la llegada de su profesora supuso para el Instituto de Almería: "Una puerta abierta a la alegría, una ventana de par en par se abría en nuestras vidas de tedio adolescente: una vida sin rumbo por el paseo del Príncipe, bellísimo y provinciano, por el puerto sin barcos, por la silenciosa soledad de la ciudad. Fue un milagro. La clase se abrió a un mundo de maravillas. Celia subía a la cátedra como una Diana que sobrepasaba, de pronto, desde su menuda gentileza, el bosque enmarañado de testas juveniles" (p. 15). Se trata de tres extensas cartas escritas entre los años 1944, 1945 y 1949 que en palabras de Gabriel Espinar "son un muestreo de la evolución personal de Celia". Con ellas quisimos rendir homenaje a la maestra y al discípulo, de cuya amistad y magisterio (los de Gabriel Espinar) pudimos gozar durante muchos años, hasta su fallecimiento.




   En el apartado de poesía incluimos textos de los poetas Daniel Pineda Novo, Julio Alfredo Egea, Eduardo Romero Frías, Rafael Vargas y Ángeles Dalúa. Francisco Domene firma el ensayo "El tiempo humano en la poesía de Antonio Jesús Soler Cano", sobre el malogrado poeta de Antas (Almería), tan cercano en la amistad y en los afectos. En narrativa, dimos a conocer los relatos "Recién nacida" y "Un sueño infantil", de Rolando Revagliatti. Un extenso estudio sobre la poesía de José Lupiáñez, escrito con motivo de la publicación de su antología poética Laurel de la costumbre (1988), y firmado por Pedro Rodríguez Pacheco, contribuye al esplendor de las páginas de esta cuarta entrega de "Batarro"; la cual se cierra con las habituales reseñas de libros sobre Delirio del desarraigo, de Juan J. Cantón (Sagrario Galán); El galeón atormentado, de Antonio Enrique (José Antonio Sáez); los primeros titulos de la "Biblioteca General del Sur" (Pedro M. Domene). Finalmente, añadimos la noticia del homenaje que el pueblo de Uleila del Campo (Almería) rindió a los poetas Rafael Guillén y Ángel García López durante los días 1 y 2 de agosto de 1990 por su ascendencia familiar vinculada a dicha localidad, durante los cuales ambos poetas recibieron el nombramiento de "Hijos predilectos" de la villa y se descubrió un monolito en su honor.




Un poema de Julio Alfredo Egea sobre la muerte de su padre, publicado en el número 4 de "Batarro":


DERRUMBE.


Telonera la muerte asonantaba                              su harapo cuando al fondo
tu perfil y ponía                                                    del túnel de tus ojos
por sorpresa en el labio                                         relincharon caballos
un jazmín de ceniza.                                             lejanos, para siempre
Fue entonces cuando estuvo                                 derrumbarse en un surco.
tu corazón enfrente                                               Así como distraído
del mío y dialogaron                                              pasabas por la vida,
en averiado rito.                                                    tal como si no fuera
La sonrisa yacía                                                   contigo..., como en sueños
alicortada, yerta                                                   por un país de naipes.
detrás de las cortinas                                           Y de pronto así, inmenso
como un borrón de pájaro.                                     y leve, desplomado,
¿A qué viaje...? ¿Por dónde...?                              vertical en mi pecho.
Mira, padre...¿No puedes...?                                 Ocaso eran los párpados
Caminos quedan, aves                                          clausurando tus días
que regresan, mujeres                                           y sentí que de pronto
cantan, ríos siguen                                               abracé a una montaña,
su historia, vendrá un niño                                     antes de que estuvieras
pronunciando tu nombre...                                     desnacido en mis brazos.
Frágil yedra quebrada                                        
en la sangre ponía                                                              Julio Alfredo Egea.
                         

1 comentario: