lunes, 25 de julio de 2016

VERSOS EN LA AUSENCIA DEL DOCTOR DON JOSÉ ANTONIO GARCÍA RAMOS.





(De cómo el poeta recomienda a su amiga abandonar su confinamiento de dolor para ponerse al servicio de los otros desde el ejercicio de su cargo, continuando la labor más valiosa del compañero ausente).

                            
                                     A Mari Carmen García Morales y a su familia.




A veces, en la noche, abres los ojos y tus pupilas
se extienden sobre las tinieblas de la alcoba en penumbra
para comprobar si la claridad se filtra  
por entre los visillos y las rendijas de la ventana.
A las sombras se hace la mente confusa
y vuelves a entornar los ojos, por si acaso dormitas.
Mas, luego las ideas ponen cerco al instante, enredan la memoria
las plantas trepadoras, los pensamientos crecen
y acuden al recuerdo como un ajuar revuelto en la hilera del sueño.
Pero entonces percibes que la claridad toma sus posiciones
por la oscura extensión de la estancia en la umbría,
y te afianzas en la aurora de un no alcanzado orto, 
porque con él adviene la oportunidad de entregarte
a esa delgada luz que alienta ya en tus manos, que fulgura en tus ojos,
que brilla en las mejillas y en el sudor perlado de la frente,
revelando al oído las palabras certeras y atinadas
para encender en el corazón la hermosura del mundo
que nos aguarda fuera como un ascua en los dedos.
La vida es el milagro, no lo dudes ahora.
Te dejarás querer para que así te quieran,
te harás querer, seguro, querrás a cuantos quieras
cargados con los fardos de sus muchos dolores;
como si él lo hiciera, resolverás sus miedos
y sus arduos pesares y habrás de confiarte en secreto a ti misma: 
"Regresa ya, no temas, estás en compañía,
la cancela está abierta; sal a ella y comprueba que muchos 
te requieren, cuánto puedes hacer por quienes allí esperan,
por aliviar su carga con la tuya liviana".
Tú naciste para querer y por que te quisieran,
y más para ayudar, para que te ayudaras,
porque tienes la fuerza y el pulso con que hacerlo.
Tu dolor no es sólo tuyo y a ti te pertenece.
Dilo si crees ahora porque el mundo es injusto,
dilo bien que se escuche: que la vida es injusta,
que es amargo el olvido, que con sangre escribimos,
di todo cuanto quieras para dejar el cerco
de dolor que te oprime; pero no te acobardes
y no permitas nunca que ese dolor te anule,
porque las manos fueron para alivio y consuelo,
porque crecen en tus labios las palabras rotundas
que nunca has pronunciado y dejas que florezcan.
Entiende que no es sólo tuya esa carga de amor
que en tu interior se crece: a los otros la debes,
con ellos es la deuda que se te da en un reto.
Administra ahora el pan que se desmiga, 
reparte cuanto atesora el corazón dolido
y crécete despacio: eres la harina candeal que amasan 
los que de ti aguardan el milagro con que alivias
la tristeza de un porvenir de espumas y silencios;
pues como el trigo eres, dispuesto a la molienda.
No te crezca el dolor y sal ya de tu pena, te lo exigen los tuyos.
Te está esperando el mundo, tu gente, toda la gente aquella
que te quiere y que aguarda de ti la luz que el mismo día
te diera esta mañana, cuando rompió la aurora
la estancia iluminada de un corazón que espera,
maduro para el sueño.

                    
                                      José Antonio Sáez Fernández.


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