lunes, 18 de julio de 2016

"LA DEUDA GRIEGA", DE MANUEL MOYA.







El escritor onubense Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) viene dando pruebas de su maestría en el cultivo del relato y del  microrrelato con obras como La sombra del caimán (2008), Caza mayor (2014) y Ningún Espejo (2015), las cuales le han hecho merecedor del premio de la crítica andaluza y, en dos ocasiones, ha sido finalista del premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España. Su presencia en prestigiosas antologías es notable; así en Mar de pirañas, ed. de Fernando Valls, en Ed. Menoscuarto; o Antología del microrrelato español (1906-2011), ed. Irene Andrés-Suárez, en Cátedra. Moya es además autor de cuatro novelas, traductor (especialmente de Pessoa) y muy reputado poeta.

   Con La Deuda Griega (2016), publicado por Ediciones El Rodeo, el escritor de Fuenteheridos realiza una importante aportación a su ya más que notable currículum bibliográfico en torno al subgénero narrativo del relato y del microrrelato, pues de ambos tipos de textos se entremezclan en el mencionado volumen, con un total de setenta y tres. Con título de tan reconocible actualidad política y económica el escritor quiere dejar constancia que, para él, la deuda griega es la que tiene contraída la cultura occidental con la Grecia clásica, gracias a la cual nos reconocemos e identificamos. Así queda puesto de relieve en la nota preliminar que nos introduce a los textos que se integran en el presente volumen. Haciendo uso de sus mitos literarios, con versiones y contraversiones de los mismos, volviéndoles del derecho y del revés, Manuel Moya ha conseguido un libro unitario en su temática y sugerente siempre en el uso del lenguaje; dos características que, a mi juicio, definen a un escritor generacional de fuste; a saber: el tratamiento novedoso de los temas y el uso peculiar del lenguaje, su especificidad, actualidad y vigencia. Ambas características se dan sobradamente en la obra de Manuel Moya, cuyo talento queda puesto de relieve en ésta como en otras obras salidas de su pluma. En el escritor de Fuenteheridos destaca en forma sorprendente la frescura y lozanía, la vitalidad con que hace uso de un lenguaje tan actual y vivo para regenerar los mitos antiguos; su visión de los mismos para recuperarlos y dotarlos de plena vigencia. Su tratamiento singularísimo del lenguaje, que no repara en acudir a giros y expresiones coloquiales para transmutarlos y darles categoría literaria con usos y asociaciones sorprendentes que encandilan al lector, hacen de él un escritor muy sugerente y de la lectura de su libro una gratísima experiencia intelectual y artística. Temas y personajes como los del Minotauro y el laberinto de Creta, Sísifo, Ulises, Penélope, Heráclito, Sócrates, Zenón, Héctor y Aquiles, Narciso, etc., junto a términos, versiones y revisiones, como digo, que añaden chispa y sustancia, ingenio y matices a lo expresado de van desglosando en el volumen con la ligereza y amenidad que el lector tanto agradece devorando con fruición sus páginas. 


Si a todo esto unimos el profundo humanismo, la solidaridad y el compromiso que destilan sus relatos tendremos en Manuel Moya a un escritor vinculado con el momento histórico y la sociedad que le ha tocado en suerte, pero cuyo compromiso es fundamente con el hombre de ahora y de siempre. Rupturista a menudo y provocador otras veces, sus guiños culturalistas son muy frecuentes y buscan la complicidad del lector. Manuel Moya es, en fin, escritor de muy variados registros narrativos y domina con maestría cuantas técnicas pone a su disposición el género.
Por todo ello, y como ya viene siendo habitual, los lectores y críticos avezados no han de quitar la vista de la trayectoria seguida por este autor de fuste, cuyo talento es, a mi parecer, innegable.



                                                                         José Antonio Sáez Fernández.

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