domingo, 19 de abril de 2015

DEL LIBRO DE LOS PROVERBIOS (I).





1.

Amas la lluvia, dices, porque te invita a reflexionar desde la melancolía que encoje el corazón. Amas la lluvia, pero no oyes los lamentos ni los gemidos de los corazones huérfanos que lloran ante tu puerta. Eso es que aún no has llorado lo suficiente y que te queda todavía por acumular una mayor experiencia del dolor. Quizás no quisiste aprender la última lección que te procuró la vida o, acaso, no haya sido ésta, contigo, lo suficientemente rigurosa. Y habrá de serlo, créeme.



2. 

Si la vida es benigna contigo, compadécete de aquel con quien no lo sea. Desciende a su infortunio y ofrécele tu mano porque a no tardar, quizá mañana mismo, vengas a dar tú con el lugar en que yacía aquél a quien te dignaste socorrer.



3. 

Me puse de rodillas ante tu presencia y, con los pies descalzos, postrado ante ti con toda la humildad de que fui capaz, te imploré que pusieses en mi lengua las palabras exactas para aliviar los dolores que embargan el corazón de mis semejantes, así como para iluminar sus mentes. Y no porque me considerase digno de ello, sino porque estimé que cumplía así con una íntima llamada. Tal vez tú te dignaste a que, a través de mi escritura, esas palabras me fuesen alumbradas. Será por eso que escribo con este temblor y esta consciencia de mi insignificancia.



4. 

Si en la víspera miras al cielo y ves pasar gaviotas e, incluso, escuchas sus graznidos; atenderás a la tersura de sus alas, dos trazos de cal agitándose en el límpido azul que ya declina. Como ellas y con ellas, la vida pasa; pues las ves alejarse y los ojos, como el corazón, no pueden retenerlas. Ellas se beben el mar lanzándose en picado sobre la superficie de las olas y tú anchamente respiras, como el cetáceo, en la orfandad del nocturno duelo que albergas en tu pecho.



5. 

Si cae la oscuridad sobre ti, no te confunda. Mira que tras la tempestad viene la calma y tras la noche oscura llega el alba. La noche y la tempestad ponen a prueba tu valor y tu perseverancia. La calma y la luz del alba serán tus recompensas. Al clarear el día verás con inusitado vigor las cosas y habrás accedido a una gran bonanza interior. Confía en ti y en tus propias fuerzas para escalar la atalaya de ti mismo. Esa es tu mayor ascensión, tu más grande conquista, y es tarea que puede ocupar toda una vida.




                                                                      José Antonio Sáez Fernández.




2 comentarios:

  1. Que escuche el sabio, y acrecentará su saber, y el inteligente adquirirá el arte de dirigir.

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  2. Vacíese de sí mismo y de su sabiduría el sabio y estará en disposición de aprender y haga uso del vacío de su inteligencia el inteligente para, en no sabiendo de nada, iniciarse en el aprendizaje y hallar la dirección adecuada a que ha de encaminar sus pasos.

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