lunes, 27 de marzo de 2017

FRAGMENTOS DE INTERIOR (3).





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Sobrecogido por el dolor. Así deambula por las aceras y atraviesa las calles en medio de la ignorancia generalizada de los viandantes, el ángel caído. Con los ojos clavados a la tierra, con la mirada perdida y los pensamientos tan lejanos como las nubes que allá, en el alto cielo, despiden al invierno y reciben con honores a la florida primavera. La flor nívea del ciruelo, la perfumada y diminuta flor que adorna a modo de diadema los cabellos de la joven núbil el día de sus esponsales. La flor humilde y pura del almendro, la que persigue la abeja con insistencia y en torno a la cual revolotea. La rosa del desierto y su cristales esculpidos en la arena, labrados en ella por la mano maestra del sol abrasador. ¡Qué perdido va! ¡Y qué perdido está quien así dobla las esquinas y no alza los ojos de la tierra que pisa, el más humano de los ángeles, el caído!



                                                                       8

Una vez en ágora tomó la palabra y se dirigió a los presentes de esta manera: “Privemos de su púlpito a los demagogos, a los charlatanes, a los mercadores del templo, a los vocingleros y catastrofistas, a los estafadores y a los manipuladores. Ofrezcamos su lugar en la tribuna a los humillados, a los privados de voz y de oportunidades de hablar, a los hombres del silencio y la meditación, a quienes buscan remedios para aliviar el dolor de sus semejantes, a los reflexivos y a los pensadores, a los filósofos, a quienes curan las heridas del cuerpo y del alma, a los que confortan en la desgracia y rescatan de su ignorancia a otros, a los que administran la extremaunción y consuelan en su agonía a los moribundos, a quienes otorgan el perdón y se compadecen, a los que cierran los ojos de los moribundos y dan sepultura a sus cuerpos. Privemos de su estrado a los que ahogan, asfixian y estrangulan la fraternidad  entre los seres humanos y saquemos en hombros, y por la puerta grande, a quienes se exprimen y trituran cada día por conseguir un mundo más justo y solidario.




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El coraje de vivir. Aferrarse a la vida y no darse por vencido. Arañar el futuro, atraparlo e ir por él con uñas y dientes, porque la vida puede ser un regalo y está ahí para abrirlo y degustarlo. Ten coraje. No te rindas. No esperamos otra cosa de ti. Estamos aquí para darte la mano y levantarte en la caída. Cógela y yérguete: verás qué abrazo. Ya ves que no estás solo. Aunque a veces lo creas y no notes el aliento nuestro que te llega. Quizás la primavera que regresa te devuelva la fuerza para intentarlo de nuevo. Venga, vamos. ¡A qué esperas!


                                                                     José Antonio Sáez Fernández.





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