miércoles, 9 de septiembre de 2015

LLUVIAS.






                                                             Para mi amigo, el poeta Miguel Florián.


   Ha pasado la lluvia por aquí como un velo transparente, dejando diáfano el aire y, por el campo, con una claridad sobrenatural que se aprecia en la vivacidad de los colores, en la nitidez de los objetos. Pareciera que esta claridad que sigue a la lluvia es la que han de poseer los resucitados tras la noche oscura del óbito, pues los hay que durmieron en ese sueño de volver a la vida, tal y como se les había prometido, y no se puede ni se debe defraudar tamaña aspiración después de arriesgar la vida y la suerte en ello.  
   Entra el aire en el pecho y, en expandiéndose en los pulmones, es tan dulcísimo y grato que se interna en él como una daga sumamente delicada, la cual nos arrebatara el aliento muy despaciosamente. Nada tan limpio ni tan acendradamente puro como este aire que respiras: ese que llega tras las lluvia refrescando el ambiente y se acrisola en los olores que vas identificando en su diversidad más nítida. Es la fiesta de la vista y el olfato, una bacanal de embriaguez para estos dos aventajados sentidos que se entregan, en forma disoluta, a la experiencia dichosa del acontecimiento...
   Eres el suspendido en el aire y eres el alzado en él. Eres la mano delicada que acaricia el rostro lívido de la niña difunta y eres los labios que besan la blanca nuca de la joven provocando en su cuerpo el escalofrío. Eres la sábana recién lavada que retuvo el cuerpo del amado y cuya blancura hiere en la mañana, atravesada por los rayos del sol. Eres la luz de sus ojos y eres también la luz que está en sus ojos, y la luz que hay en sus ojos. Eres el amor que pasa, el velero que despliega su blancura sobre las olas en la tarde difunta, en el réquiem de la luz. Eres la melancolía y eres las lágrimas de aquella joven en la estación al despedirse de su amado, quien le sonríe y le toma las manos con delicadeza. Has sido y te vas en la despedida como una sonata de otoño, como el fulgor y la sangre, como el vuelo de una celebración.


                                                                                       José Antonio Sáez Fernández.


2 comentarios:

  1. Un texto evocativo y limpio, como mansa lluvia de otoño. Un placer volver a estar cerca de tu escritura, poeta. Feliz jornada.

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    1. Muchas gracias al poeta José Luis Morante por la generosidad que ha puesto en sus palabras y con la que ha querido acompañar la modestia que yo puse en las mías.

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