sábado, 7 de junio de 2014

LOS ANDALUCES.


(Cuadro del pintor almeriense exiliado en Francia Carlos Pradal)


   ¡Qué mal aguantan el vino estos andaluces! Cuando beben, sus pupilas vidriosas los delatan y hasta vienen a desembocar en el llanto. Mala bebida tienen. ¿Y para qué beben? Estos del mar y el sol, los de las terrazas, las fuentes y las alamedas: ¡qué mal llevan la bebida! Ve que el alcohol les suelta la lengua y se ponen a vomitar su dolor en las esquinas como quien lo ha mantenido guardado durante tanto tiempo que sólo precisa un detonante, una chispa motriz para dar rienda suelta a cuanto amargor lleva dentro. Debe tratarse de una angustia silenciada la suya, reprimida durante siglos, tan agriada, encallecida y tumorada que parece imposible de sanar. ¿Desde cuándo conviven con la pena estos aceituneros, arroceros, algodoneros y cosecheros de girasoles? Hijos de las marismas o del desierto, los que suben a las sierras en busca de las nubes o bajan hasta la orilla del mar para encontrar alivio; esos que se instalan en el silencio, los más nobles y honrados, los esforzados y nunca bien pagados, sobre cuyo buen nombre llueven los improperios como salivazos en la cara. Otra corona no llevan que la de su sudor y son leales hasta lo condenable, tan maltratados y malparados salen siempre. Estos que siembran viñas y recolectan las uvas que han de prensar para beber el zumo fermentado, los que untan el pan en aceite y sestean bajo los olivos: ¿a qué hondo pozo descienden cuando cantan? Y su canto, ¿desde dónde asciende a sus gargantas? Pareciera salido de sus entrañas, originado en las raíces más profundas del hontanar de la pena: "Cuando canto, me sabe la boca a sangre", que dijo la de Jerez. Se les aprecian callosidades y durezas en el alma.
   ¡Pero qué mala bebida tienen estos del sur! Ve que lloran mientras cantan y cantando alivian la pena que embarga a su corazón, arrastrándola como una cadena. Caminan zigzagueantes y les suenan los grilletes como a tablillas de san Lázaro. Decididamente: ¡Qué mala bebida tienen! Mira que pasar desde el llanto hasta la pena y desde la pena al canto sin apenas parpadear. Gentes antiguas estas, tan difíciles de entender y a menudo tan arduas de contentar. ¡Qué desarreglada existencia la suya y qué vieja y desatinada su filosofía! Ay, estos tartesios...

                                                          
                                                                                    José Antonio Sáez Fernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario