miércoles, 7 de mayo de 2014

CANTO DEL DEJADO.



Cierra los ojos. Deja la mente en blanco. Hazte al silencio. Vacíate de ti mismo y de todo cuanto te rodea. Quien está lleno de sí no deja espacio para enriquecer su interior con lo que está por venir. Previo a todo es el proceso de vaciamiento. Es como un vómito. Debes expulsar cuanto te sobra, pues andas muy abundante de ti mismo. No ver, no oír, no gustar, no palpar, no oler... Cerrado ahora, en claustro materno. Abandónate. Déjate. Caes a un vacío que no tiene límites. Eres el dejado de sí. El entregado. El que sigue su curso sin impedimento alguno. Sólo caer, como un continuum. Con qué ingenuidad, con qué humildad y con qué confianza, con qué inocencia y con qué seguridad te abandonas, porque sabes que ha de ocurrir y ocurrirá. Algo, alguien viene hacia ti como tú vas en un camino de ida que no termina. Eres barro, arcilla moldeable en las manos sin rostro del alfarero. Algo te roza, al fin, y no dejas de caer. Eso ya quedó atrás y prosigues en tu caída sin buscar nada, sin hallar nada. Es la quietud. Es el vacío. Es la nada. Déjate cortejar. Eres territorio abandonado al invasor y dispuesto para la conquista. Y eres la semilla dispuesta a germinar. Sólo has de caer a tierra y dejarte pudrir para volver a germinar. Eres la nada y vagas en el vacío que es la nada. No te pesa el cuerpo y ni siquiera lo sientes. Todo tú eres tu mente. Eres como el que vaga por el espacio y es ajeno a todo. El enajenado, el desposeído, el que no tiene reino ni tampoco patria. El que navega a la deriva.
   Has entrado en el túnel e intuyes la luz al fondo, pero vagas en la oscuridad. La oscuridad está hecha de silencio, de vacío, de nada. Eres leve como la pluma del pájaro. ¿Y qué del vacío? El vacío es la caída, el vértigo de la caída, la vertical de los párpados cerrados en horizontal. Nada hay más relajado que la materia en su caída, en la desconexión del vacío en que te adentras. Todo tu ser se dispone al letargo y desconoces hacia dónde te diriges. Eres el ensimismado y el que iverna. Los latidos del corazón son inaudibles. Como la piedra lanzada, avanzas en el aire y ruedas en la más alta esfera nocturna y perfumada. Eres el feto que gira en el útero materno trazando circunferencias. Tu cordón umbilical te protege del extravío externo. Y has sido alumbrado en un parto de esfuerzos sobrenaturales que han de llevarte hacia ti mismo. Ya eres tú y formas parte de la luz, de la armonía que adorna el universo. Eres el universo, oh dejado de ti, desposeído.


                                                                                         José Antonio Sáez Fernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario