domingo, 13 de abril de 2014

DANZA PARA MÍ, DIOSA DE LA MELANCOLÍA.



Tuyos son los bosques. Tuya es la hierba. Tuyos los cantos de los pájaros ocultos en las ramas de la arboleda y tuyos los frutos del campo mojado bajo la lluvia. Tuyas las flores cuya belleza regala las pupilas y tuyos los ojos que las miran y el alma que contempla la hermosura del mundo, al borde del éxtasis o de la asfixia. Tuya es la adolescente y tuyos sus sueños de luna que ascienden como humo perfumado y ofrenda hasta los dioses, invitada a su mesa, convidada a su fiesta con solo extender su blanca mano delicada. Tuya es la dulce melancolía y su hermana la tristeza, tuyos los corazones enamorados y el candor infantil, su luminosa inocencia; la gracia y el donaire de la joven, su coqueteo y su sonrisa alada. Tuyas las almas que deambulan perdidas en un tiempo sin tiempo que no es el suyo y se preguntan por el lugar que ocupan entre el marasmo y la hecatombe de una era terminal. Tuyos el amor que naufraga y el que triunfa, tuyo el desamor, tuyas la risa y las carcajadas, tuya la bondad y la misericordia, tuyos el perdón y el apretado abrazo, tuya la pasión y tuyo el deseo; tuyos los besos, las caricias y la cópula infinita que hace germinar el universo y le imprime un ritmo, una armonía, al caos. Tuya la ilusión de la desposada en el día de la boda y tuya su entrega al esposo.Tuyas la bóveda celeste y las estrellas que titilan en ella, tuyas las nubes que pasan sin detenerse apenas, tuyos los planetas y el astro rey que nos da luz, que calienta y vivifica la tierra en su continuo viaje astral. Tuyas las aguas que se derraman y se expanden, tuyas las fuentes y los estanques, tuyos los ríos que van a dar a la mar y tuyo el aire que respiro. Tuyo el instante y tuyo el silencio.
Míos son el desamparo y el desvalimiento, la debilidad, el ocaso y los paraísos perdidos, la fragilidad, la derrota y los sueños que nunca se cumplieron. Míos la bandera arriada y el blanco pañuelo que se agita en la batalla de la vida, las señales de socorro en la noche del mundo, la barca que naufraga y las redes vacías o el regreso de los barcos entrando en el puerto. Míos son las lágrimas y el dolor que es su fuente, mías la enfermedad y las pruebas médicas que ultrajan el cuerpo y vejan su dignidad, mío el último aliento sobre los que amé. Mío fuera el cruzar a otra orilla donde me aguardan quienes me quisieron y en donde aguardaré a quienes un día habrán de continuar esa andadura. Míos fueron la inocencia y la mirada de un niño, el pudor y el ruborizarse de las mejillas, el temblor del primer beso y los escalofríos al tomarla de la mano, mías las lágrimas ante el recién nacido que acuno entre los brazos y el insomnio y la angustia de ser y no saber. Mía fue la despedida y mío el adiós, pues sabe que un arcángel me rozó con sus alas.


                                                                                            José Antonio Sáez Fernández.

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